Llamados a comprender

Cada día se repite la rutina. Tomas el celular, abres Facebook, Twitter o algún grupo de WhatsApp y comienzas a desplazar la pantalla hacia arriba. Algún meme llama tu atención y sonríes.

Pasas algunas actualizaciones de tus contactos y de pronto aparece un comentario sobre política. Te detienes en él y lo lees. Es una crítica al político por el que votaste, hay un tono de burla. Sientes nacer el enojo y pronto estás indignado. «Y éste, ¿qué se cree?». Sin pensar demasiado lo que dirás, arremetes contra el teclado virtual y comienzas a defender tu punto de vista. Quizá usas algún lugar común para responder. Es difícil pensar cuidadosamente cuando el coraje nos ciega. Tac, tac, tac. Envías el mensaje. Algo del peso que comenzaba a aplastarte cede, pero experimentas ansiedad. Quieres que te respondan de inmediato, saber cómo tomarán tu comentario, ver quién saldrá a defenderte y quién la tomará contra ti.

El indicador de que alguien comienza a teclear se activa. Aguardas. Al fin la respuesta. Ya la tomaron contra ti. El enojo vuelve. Ni bien has acabado de leer y ya estás tecleando otra vez. Publicas. Te responden. Otros se confabulan para ridiculizar tu postura. Alguno que otro te apoya. Sientes que la mente se te satura, comienzas a pensar en abandonar la conversación. Apagas la pantalla. Tal vez mañana halles un argumento más hiriente y entonces puedas doblegar a tu interlocutor.

Esta escena es común en nuestros tiempos. La tendencia de nuestra época apuesta a la confrontación y muy poco al diálogo. Abre el Facebook y mira cómo son escasos los espacios donde existe un afán de dialogar para comprender.

¿Pero lo que reclama este complejo tiempo no es precisamente la compresión? Hannah Arendt, en su ensayo «Comprensión y política», nos advierte que a las palabras se les da un uso justo al intentar comprender y que lo contrario, el cliché, la reducción del nivel del discurso, está más emparentado con la violencia.

«Las palabras usas para combatir pierden su cualidad de discurso; se convierten en clichés. El alcance que los clichés han adquirido en nuestro lenguaje y en nuestros debates cotidianos puede muy bien indicar hasta que punto no sólo hemos perdido nuestra facultad de discurso, sino también hasta que punto estamos dispuestos a usar medios violentos», dice Arendt.

¿Es posible plantear el debate político en otros términos?

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