Hoy recordamos a Simone Weil (1909-1943) en su aniversario luctuoso. Fue una filósofa judía de nacionalidad francesa que tuvo un papel protagónico en la defensa de las clases obreras. Ella llegó a trabajar en la fábrica de Renault y en una granja después de abandonar la enseñanza.
Experimentó una simpatía por el comunismo y el pacifismo, hasta la invasión de Alemania a Praga, y más tarde inició un camino de conversión tras presenciar una procesión de pescadores en la basílica de San Francisco de Asís, en Italia, aunque no llega a bautizarse debido a algunas resistencias intelectuales y espirituales. Su espectro de intereses, que se movían en el ámbito social y político, se ampliaron a la moral y la religión.
Weil llegó a considerar que la sociedad se convirtió en una máquina que oprime el corazón y el espíritu, que produce corrupción, deshonestidad e inconsciencia.
Hizo una dura crítica al capitalismo, pues en nombre de la riqueza se esclaviza al individuo, que no puede ser considerado como un objeto. También criticó al marxismo porque oprime al hombre en nombre de la fuerza. Respecto de la religión, piensa que es falsa si ejerce un dominio.
Consideró que en cualquier época y país donde exista el sufrimiento, la única verdad es la cruz de Cristo.
Murió el 24 de agosto de 1943 debido su frágil estado de salud derivado de la tuberculosis y la poca alimentación que usó como medida de protesta ante la ocupación de Francia en la Segunda Guerra Mundial.