El primero de ellos es un mago. Un joven hábil con las manos que hace suertes con aros y cordones. Es fascinante verlo actuar, pues súbitamente introduce un aro dentro de otro que está aparentemente cerrado. Lo mismo ocurre con los cordones: da la impresión de que varios de ellos que son cortos pueden convertirse en uno largo.
Otro personaje es una niña que vende gardenias. Lo único que hace es pasar ofreciéndolas y mientras camina y el perfume de sus flores nos hace levantar la vista. Debo confesar, seducido por el aroma de la flor, que una vez le compré un ramo a la chica para llevárselo a mi esposa.
LAS REFLEXIONES DE TESEO
«Así como la belleza de las montañas no necesita de otra cosa que la belleza misma para comunicarse, la belleza del cristianismo no necesita otra arma para comunicarse más que ella misma».

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