Uno es el hombre (segunda parte de seis)

Blake_Dante_Hell_V

Segundo artículo de una serie de seis

“Uno nació desnudo, sucio,

en la humedad directa,

y no bebió metáforas de leche,

y no vivió sino en la tierra

(la tierra que es la tierra y es el cielo

como la rosa, rosa pero piedra).”

 * * *

Uno es una completa y continua inmanencia, ¿quién podría negarlo?

Desde su nacimiento uno anda sucio, desnudo, en la humedad directa de la inmanencia.

Desde el primer hombre, Adán, que fue atraído por los animales del paraíso y el firmamento y los mares… y por su compañera Eva… y por todos los árboles, incluso el prohibido.

Ese Adán se supo tan desnudo, que hubo de buscar una hoja para cubrirse.

Desde el inicio de la evolución –inmanente–, la realidad de donde salió uno es húmeda, tal como afirmaba Tales de Mileto:

de la humedad surgieron los primeros microorganismos, húmedos;

formaron conglomeraciones de organismos húmedos, comunidades unidas por la humedad…

hasta que, a fuerza de evolución, seres más complejos comenzaron a salir de las aguas hacia la superficie,

llevando a la superficie la humedad de que estaban hechos.

La realidad húmeda se opone al concepto seco: uno nació húmedo, lejos del concepto. Frente a las esencias etéreas, la inmanencia de uno dice haber nacido en la humedad directa.

Humedad significa lo absolutamente específico, lo particular, el olor inmediato, la sensación;

nuestras células unidas entre sí, generadoras de deseos directos, que responden inmediatamente a lo que nos viene de fuera, directo –nuestra naturaleza primera e inmediata, diría Aristóteles–.

La dicotomía de alma y cuerpo,

el dualismo platónico –el alma en cárcel–,

la pretendida pureza de los esenios,

la ataraxia de los estoicos,

la momificación de los hindúes,

la conceptualización de los modernos…

No hacen sino confirmar, en su lucha, la constancia irreductible de la inmanencia en su humedad.

La humedad es el deseo por lo inmanente; un deseo sin esfuerzo;

“Ay, Tarumba, tú ya conoces el deseo.

Te jala, te arrastra, te deshace.

Zumbas como un panal.

Te quiebras mil y mil veces…”

 

Afirma Sabines en otro poema (una serie dedicada a la inmanencia). ¿Para qué esforzarse, por qué guerrear?:

“No vas a sacar nada.

 Aunque llores, aunque te quedes quieto

como un buen muchacho”

Pero…

Pero la inmanencia en su humedad no se entiende a sí misma;

ella es indescifrable, indiscernible, incuestionable, in-preocupable… in-trascendente.

In-nombrable. In-comprensible.

La inmanencia en su humedad es satisfecha. Instintiva. Despreocupada.

No se llama a sí misma ‘sucia’ ni ‘desnuda’; no se categoriza, no se conflictúa.

Llamarle ‘sucia’ y ‘desnuda’ es un contrasentido (es inútil y anti-inmanente hacer un poema).

Uno es otro tipo de inmanencia. No “no es inmanencia”, pero no es sólo inmanencia.

Diríamos entonces:

Uno es un uno inmanente y húmedo,

pero conflictuado, sucio.

Y desnudo.

Uno es una inmanencia que no va sola ni se determina absolutamente.

Una inmanencia con conciencia.

Y esto lo cambia todo.

Uno es un uno inmanente para el que la humedad de la inmanencia no basta.

E incluso duele y amarga.

(en otro envío, retomaré este poema:)

“Lento, amargo animal

que soy, que he sido,

amargo desde el nudo de polvo y agua y viento

que en [desde] la primera generación del hombre pedía a Dios”.

 

Se trata de una humedad desnuda:

sincera y sin tapujos, franca.

Pero al mismo tiempo, el ‘des’ de ‘desnuda’ indica algo que se quita,
una pérdida que deriva en suciedad.

Un poema es prácticamente inagotable. Todo lo que dice y lo que puede decir es más que lo que el mismo poeta sabe. La última parte del fragmento que he elegido para este envío, enfatiza la paradoja:

“no bebió metáforas de leche,

y no vivió sino en la tierra

(la tierra que es la tierra y es el cielo)”

Uno “no bebió metáforas de leche”, no fue determinado, instruido previamente, “y no vivió sino la tierra”, pero la tierra “es la tierra y es el cielo”;

es decir que esta inmanencia contiene en nosotros (en nosotros –es decir desde nosotros–, no en ella misma) algo que no es ella, una analogía, un mas allá que se reconoce en ella.

Continuará…

Libro Jesús de Nazareth (edicón completa)

Jesús de Nazaret (edición completa) Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) Esta es la edición completa, en un solo volumen, de Jesús de Nazaret, la obra por la que quizá Joseph Ratzinger/Benedicto XVI vaya a ser más recordado y tenga un influjo más vivo y duradero en el tiempo, junto con su renuncia al ministerio petrino. Publicados originariamente en castellano en tres tomos diferentes en 2007, 2011 y 2012, en palabras del profesor Gerardo del Pozo, autor del estudio introductorio con el que se abre esta edición, «Jesús de Nazaret es un servicio del teólogo Papa a la transparencia de la fe, que ha sido siempre la intención principal de Joseph Ratzinger como teólogo; y una defensa de la fe de los sencillos, que, además de ser una constante en él, ha constituido siempre el criterio inspirador de la intervención del magisterio de la Iglesia».

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