“El Ídolo y la distancia”, reseña del libro de Jean-Luc Marion

Jean-Luc Marion es un filósofo francés contemporáneo que, siendo influenciado por Heidegger y por Husserl, se ha caracterizado por su trabajo claramente fenomenológico. Marion, a pesar de ser un intelectual católico, no tiene una formación medieval, ha sido cercano a la llamada educación de la “nouvelle theologie” y por ello habrá quien diga que es más teólogo que filósofo. Ha sido influenciado por el pensamiento de Balthasar, Buber, Levinas. 

En este libro, “El ídolo y la distancia”, reflexiona sobre la idea de la “muerte de Dios” en Nietzsche. Afirma Marion que  no se trata de explicar qué dijo el autor, sino de  entender qué muere, cuando afirma que muere Dios. En el diálogo con Nietzsche afirma que lo que entiende por dios no es en realidad Dios.

El autor afirma que Dios no puede morir. Entonces, ¿cuál es el dios que muere, en el referido relato? No queda una evidencia. La muerte de dios no es la muerte inmediata, sino la muerte que inicia con la modernidad, con el pensar en dios como fundamento de los entes, afirmando precisamente que Dios no es el “super ente”. La modernidad ha ido matando a este “dios”, es por ello la segunda parte de la frase que refiere en la gaya ciencia donde afirma que lo hemos matado. 

Esta es la formalización del ateísmo, puesto que dios es eterno, no puede morir. Aquello que muere es un dios racional, no es un dios personal. ¿Qué vamos a entender, entonces, por dios? Refiere Marion al pseudo Dionisio, al explicar cuál es la función de que dios sea nombrado como el valiente, el fuerte. Mientras que entre judíos e islámicos está el problema de cómo nombrar a dios, Santo Tomás de Aquino hablará sobre “la jerarquía celeste”. Marion afirma que el lenguaje es un concepto al igual que el ídolo.  

Y aquí es donde el libro reflexiona la principal distinción: la diferencia entre el ídolo y el ícono. El hombre busca el contacto con Dios, y usualmente lo representa como un ídolo. Pero el ídolo funciona como un espejo y no como una ventana, no se experimenta lo divino, sino que lo divino que se refleja en mí. El hombre que se refiere al ídolo, lo que hace en realidad es regresar sólo a la inminencia. El ídolo se descubre como una roca, mientras que lo divino no produce al ídolo. El dios de Spinoza, de Descartes, sólo son sustitutos. El ídolo intenta cercar a lo divino ya que el adorador teme al ateísmo. El ídolo se descubre como piedra en su mundanidad, se anula esa distancia que no es lejanía, y por ello se elimina la trascendencia. 

Esto a diferencia del ícono, donde descubrimos que Dios tiene un margen que se respeta, pero es en esta distancia donde se manifiesta y se hace presente. Dios se hace presente en la donación – siguiendo lo dicho por Balthasar-, en la donación personal. Se dona la persona. Cuando Dios nos perdona, se nos dona. El de Cristo “no es un sacrificio, es un don”.

Esta distancia no es un abolir, sino respetar la división. En el ícono no se agota a dios, en el ídolo sí. El ídolo subraya esta distancia. 

Marion rescata el término de la onto teología, donde se identifica Dios con la metafísica (super ente como causa) y con una moral (poner a dios como lo bueno). Afirma que la metafísica fracasa en su búsqueda de Dios porque lo considera como el ser supremo. Esto es una reducción de la creencia religiosa a la onto teología, concepto que fue acuñado por Heidegger como la estructura base de la metafísica. Para Marion, Dios es mucho más que un ente, y no se llega a él por deducciones trascendentales como el argumento ontológico de san Anselmo ni con categorías metafísicas, sino a partir del don y el amor. 

De igual manera analiza como es analogía el motor inmóvil de Aristóteles. Como si anunciar infinitudes se identificara con Dios. 

Al final habla de que Nietzsche no reconoce el amor, como verdadero ícono. Para Marion se trata de aclarar la situación y de hacer Teología, no ontoteológica. Y por ello se requiere identificar que lo dicho por Nietzsche sobre la muerte de dios es sobre un ídolo. ¿Qué ídolo muere? El que ha producido como voluntad de poder la moral. 

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