La Virgen de Guadalupe en la identidad mexicana

Es adecuado reflexionar sobre lo mexicano en estos días en que celebramos la fiesta de la Virgen de Guadalupe. No hay otro acontecimiento en la joven historia de nuestro país que haya sido tan decisivo, que nos haya dado identidad y unidad. No por algo, la lucha de la Independencia inició con su imagen hace poco más de 200 años. ¿Cómo podría convocar Hidalgo si no es con un signo lo suficientemente fuerte, que mueva a otros mexicanos? En el contexto de la conquista, la aparición de la Virgen en el valle del Anahuac significó esperanza tanto para quienes pertenecían a los pueblos originarios como para los españoles. Y con un símbolo de esperanza que lo mismo era venerado por indígenas, criollos, españoles o mestizos, se hizo más fácil la consolidación de un solo pueblo llamado México.

A diferencia de otros pueblos, la unidad y la identidad de nuestro país no se debió a guerras o causas políticas. El hecho del Tepeyac tan sólo fue el hecho definitorio de un pueblo nuevo, pueblo que es originario por igual de los pueblos que ya habitaban estas tierras, como de los españoles que llegaron. No ocurrió como en Norteamérica, en que los calvinistas puritanos marcaron su distancia, religión, costumbres y propiedades de los pueblos originarios. El catolicismo español, llevado por los misioneros a los indígenas hizo sentir a todos como propio el acontecimiento Guadalupano y esto permitió el mestizaje y la inculturización de la fe cristiana.

Hoy vemos a la Virgen de Guadalupe lo mismo en hospitales, en cárceles, que en negocios, escuelas y hogares. Para los mexicanos que viven en el extranjero, la Virgen es el lazo que los une con la tierra lejana y cada atentado o burla que ha habido a la imagen de la Virgen, lo tomamos como un ataque contra nosotros mismos. Todo esto lo hace un acontecimiento cultural que nace de un acontecimiento religioso. Hay quienes afirman que el 100% de los mexicanos somos guadalupanos, aunque el 85% sea católico.

Entonces, ¿cómo es posible que este país que se funda en la esperanza de un signo de vida (la mujer encinta, próxima a dar a luz) viva hoy en día dolorosos episodios de muerte? La imposibilidad que parece tener una real democracia, la creciente violencia en nuestras calles, el fortalecimiento del narcotráfico y del crimen organizado, la cada día creciente drogadicción entre los jóvenes, el olvido de los ancianos, y la vida sin sentido de tantos hombres y mujeres que llegan en casos extremos (y cada día más frecuente) a suicidios.

Cada día vemos una mayor incapacidad de acuerdos por parte de los políticos, un país en el que los ricos son cada día más ricos y los pobres más pobres. Vivimos en ciudades caóticas donde hay que «sobrevivir», ¿acaso puede haber esperanza ahí?

Un célebre autor, Graham Greene hizo en los años treintas un recorrido por nuestro país, y cuando le preguntaron lo que vio, fue tajante: ‘No hay esperanza en ningún lugar. Nunca había estado en un país como éste en el que se siente todo el tiempo el odio’. ¿Qué fue entonces lo que pasó? ¿Ha sido acaso la política, los movimientos sociales, nuestros propios vacíos los que han hecho que este país viva situaciones así?

Me parece simplista afirmar que en el origen de nuestra nación está nuestro destino. Las interpretaciones de “raza de bronce” distan de ser la solución a nuestros problemas, ni siquiera agotan la explicación de lo que ahora somos. Por eso, más que agotar en definirnos por nuestro origen, debemos reflexionar en nuestro Ethos que hemos ido formando en nuestra dimensión de seres históricos. ¿Qué es lo que nos mueve a los mexicanos a vivir y ver el mundo desde nuestra propia visión, porqué actuamos de determinado modo ante la muerte, ante la violencia, porqué nos organizamos así en sociedad y porqué nos aferramos todavía a sistemas y estructuras deshumanizantes?

El día de hoy tuve oportunidad de ir a la Basílica. Entre el ruido, las ventas y   una cantidad impresionante de gente que llega en estos días, dos cosas me llamaron la atención: cuando llegué a esas bandas que avanzan a los pies de la Virgen, pude observar el rostro de quien va a orar frente a la morenita. Ve uno dolor, petición, emoción por ver a la Madre. Es el lugar donde uno se siente hijo y pide por lo que lleva en el corazón. Y lo segundo, en estas fiestas colocan la bandera mexicana a los pies de la Virgen. Es un bello signo de quien se encomienda y puede estar seguro de que no está arrojado a su suerte.

Viendo el rostro moreno de nuestra madre del Tepeyac podemos tener la certeza de que la Esperanza es posible.

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