El Niño Jesús nació como nacen todos los hombres.
Con el dolor que produce todo nacimiento, pero con la esperanza de todo nacimiento.
Con el llanto que acompaña todo nacimiento, pero con la alegría que desata todo nacimiento.
Con la angustia que genera todo nacimiento, pero con la satisfacción que causa ver un nuevo rostro.
El rostro de Dios en un ser humano concreto.
El rostro de la Esperanza y de la Fe, de la auténtica esperanza y de la verdadera fe.
El rostro de la caridad, espejo de todo amor humano.
El Niño Jesús nació como todo hombre y trajo para todos los hombres algo que no había entre los hombres: su Presencia.