Sabemos que los ingleses distinguen entre su filosofía y la filosofía europea continental y que, en la comparación de las mismas, buscan hacer manifiesto el contraste entre ellas enfatizando las diferencias.
La ‘filosofía analítica’, la filosofía anglosajona, tiene un marcado carácter lingüístico: metodológicamente, procede analizando el lenguaje —formalizado o natural— y el uso del mismo en el habla (speech).
En el continente, el movimiento filosófico más importante del S. XX fue la fenomenología, que brotó de la obra y la enseñanza de Husserl y que pretendía proceder de una manera empírica, metódicamente rigurosa, dejando que fueran los datos los que hablaran. Con ‘Ser y Tiempo’ Heidegger se convirtió en el líder del movimiento y transformó su carácter. Así surgió la ‘fenomenología hermeneútica’, cuyo fruto maduro es la hermenéutica filosófica de Gadamer. Ese cambio de carácter imprimido por Heidegger hizo de la fenomenología otro tipo de ‘filosofía lingüística’ muy diferente del británico.
El verdadero maestro de Heidegger, el maestro de quien aprendió la importancia de pensar de manera expresamente lingüística, descubriendo las posibilidades enraizadas en los recursos de la lengua y sus virtualidades, no fue Husserl sino Aristóteles.
¿Pero qué es pensar en una lengua? Considere un ejemplo trivial: el de las diferencias entre las concepciones implícitas en la oración española ‘Me duele la mano’ y la oración inglesa ‘My hand hurts’. En inglés la mano es el sujeto gramatical de un verbo intransitivo que sugiere una operación inmanente: sentir dolor. En cambio en español, la mano parece ser el sujeto gramatical de un verbo transitivo —con objeto (directo o indirecto)— que sugiere un ejercicio de la causalidad eficiente: producir dolor en mi. ¿En qué medida estas diferentes concepciones implícitas y sus respectivas formulaciones lingüísticas nos acercan, o nos alejan, de la experiencia genuina de la ‘cosas mismas’ buscada por Husserl?
Heidegger trató de hacer en alemán, confiado en los recursos filosóficos de su lengua madre y siguiendo a Hegel, el ‘Aristóteles alemán’, algo análogo a lo que Aristóteles había hecho en griego. Pero Heidegger fue más allá de Aristóteles en su reconocimiento pleno del discurso poético como discurso originario y de las virtualidades del mismo para el pensamiento filosófico.
Quizás deberíamos preguntar hasta que punto llevó Heidegger mismo a ese nuevo modo de pensar. Por otra parte, no podemos dejar de considerar que su pensamiento queda expuesto a una crítica basada en las limitaciones de los recursos y las virtualidades de las lenguas mismas y del conocimiento de ellas y el talento poético de su autor. Gadamer sugiere en sus últimos escritos que las limitaciones de Heidegger al respecto eran grandes. ¿Pero qué tan importantes son realmente? ¿Hasta qué punto Heidegger, más allá de sus logros personales como pensador, nos abrió un nuevo camino para la renovación del pensamiento que es heredero de la tradición filosófica de occidente? Esa es mi pregunta.
Ángel Lamuño