«Ahora Dios me abraza enteramente»

El joven religioso pavoniano Ernesto Camarena nos comparte un sentido escrito sobre la muerte del seminarista Martín Isaías Almaraz.

«Ahora Dios me abraza enteramente» (Pedro Casaldaliga)

El pasado jueves se extendía rápidamente una noticia: el seminarista de la diócesis de San Juan de los Lagos, Martín Isaías Almaraz Hernández ha llegado a la Casa del Padre después de ser arrollado por una motocicleta y vivir una intensa agonía. Nacía para la vida eterna este hermano nuestro y culminaba su peregrinaje entre nosotros.

Aún no he logrado masticar toda esta densa noticia. Isaías nos ha dejado. No me atrevo a usar la palabra muerte para alguien tan vivo. Y es que personas como Él, duelen con su ausencia. Tiemblo al pensar que quizás (sin caer en una exageración) he estado cerca de un joven a la altura de Chiara Luce Badano, de Piergiorgio Frasatti, Richie Fernando, o Carlo Acutis, en fin,  junto a un joven que encarna la santidad en los jóvenes de la que habla Francisco en Christus Vivit. 

Pensaba redactar una biografía de este joven, alegre, entregado, entusiasta, de esos que con solo verlos sientes que la vida no es complicada, como a veces solemos pintarla con muchos grises, sino llena de tonalidades, pero no quería caer en esas pinceladas clásicas y describir a mi amigo como alguien serio, sino que reconocer que esta vida era llena de unos colores, los del Evangelio. De unos matices, los de la juventud. Porque esta vida fue y es una vida a colores. Y la redacto desde mi experiencia con Martín Isaías. Y en lugar de redactar una biografía, quiero destacar algunas pinceladas de esta vida ejemplar.

Tuve la grata coincidencia de conocer a Martín Isaías hace ya más de una década, cuando estuvo como animador de los monaguillos en nuestra parroquia. Martín es 5 años mayor que yo, pero esto no impidió que una amistad fuera cultivada. Con mucha alegría nos organizaba para las distintas celebraciones, me atrevo a decir que  nunca le vi enfadarse con nosotros y ¡vaya grupo éramos!, sin embargo, él siempre con palabras suaves, buscando nuestro bien y una sana convivencia entre nosotros, nos llamaba la atención cuando era necesario. 

Comenzaba una amistad que durará por la eternidad. Aquí ya despuntaba algo de especial,  había algo en Él que en otros animadores de monaguillos no había visto, cercanía con nosotros, con una espontaneidad y con esa sencillez que le caracterizaba, hacía que eso de servir el altar no fuera algo tan solemne y serio, sino que fuera el inicio de una relación amistosa de nosotros con Jesús, que se vive con alegría y entrega en el servicio y la sana convivencia con los compañeros.

Tuve la oportunidad de coincidir de una manera más cercana el semestre pasado con Martín, ya que entre el ajetreo de los estudios que hasta diciembre yo hacía en el seminario Diocesano de San Juan, encontrábamos tiempos para conversar y compartir. 

De mi paisano tomo el ejemplo de:

Jovialidad, apertura, disponibilidad, atención. Vi en el un joven siempre dispuesto a servir, a entregarse, alguien que no escatima, que no calcula los gestos, sino que los hace. Alguien que va repartiendo sonrisas a quien encuentra, cercano, atento. Preocupado de los demás. No recuerdo haber oído un lamento de esos quejumbrosos de parte suya, en cambio, de él escuchaba consejos y recomendaciones. En fin un ejemplo de quien pone toda la carne en el asador.

Tengo vivas algunas anécdotas de él, momentos vividos como algo cotidiano.

El dos de febrero, fiesta del pueblo, todos los seminaristas oriundos de Acatic salimos junto con los sacerdotes a hacer el «recorrido» que hace la imagen de la Virgen de la Candelaria, advocación venerada en nuestro pueblo. Ambos a un cierto punto  queríamos observar el recorrido de la imagen, así que salimos de las filas para ir hacia una esquina (aproximadamente 500 metros lejos de nosotros) y corrimos juntos, debo reconocer que el fue más veloz que yo. En ese momento, bromeando, le dije que había sucedido como la carrera que emprendieron Pedro y Juan hacia el sepulcro el día de la pascua y que el había sido el primero en llegar y creer. Hoy veo que me ha ganado una vez mas en otra carrera, ha sido ese Juan que llega al encuentro del amado.

Quiero subrayar que en Martín Isaías vi un amor por María y Jesús Eucaristía. Vivía en una unión con Jesús que se reflejaba en su vida. Y un característico amor por María. Pilares en su vida.  

Lo seguía con atención en las redes sociales, una de sus últimas publicaciones en Facebook era una foto suya en los ejercicios espirituales que tomó a finales del mes pasado con la frase del padre Pedro Casaldaliga:  «Ahora Dios me abraza enteramente”. Me llama la atención que uno de sus últimos estados en WhatsApp hablaba de la presencia de Jesus en los niños. Otro más, versaba sobre una de las iniciativas que estaba preparando, que es la “Búsqueda», búsqueda que para Martín ha llegado a su meta en ese encuentro, en ese abrazo entero del Resucitado presente en cada niño, en cada joven.

Me conmociona también la forma en que sucedieron los últimos momentos y me es difícil desligarlos a los misterios que como Iglesia estamos vecinos a celebrar, sin duda ese duro viacrucis después del accidente, ése momento de abandonarse en las manos del Padre y ese encuentro con el Resucitado me hace «descalzarme» y contemplar este suceso con sentimientos encontrados y agradecer al buen pastor que ha hecho que Martin viva ese “Dios me trajo, Dios sabrá” que decía uno de sus santos preferidos, San Pedro Esqueda.

Martin Isaías has pasado por mi vida, también tu me has abrazado enteramente, no puedo quedarme indiferente, agradezco tanto bien vivido y recibido junto a ti y en ti. 

En conclusión, de nuevo me atrevo a afirmar,  ante este acontecimiento,  que tuve cerca de  un joven santo de los que habla Francisco en Christus Vivit,  a la altura de Piergiorgio Frasatti, Chiara Luce, Richie Fernando sj, Carlo Acutis. No me sorprenderá para nada, al contrario, me llenará de alegría, que se abra el proceso de beatificación y canonización, Y tras un tiempo ver el retrato de Martin Isaías, mi paisano, mi bro, mi amigo, en la fachada de San Pedro, siendo proclamado Santo, porque sin duda alguna, nos deja un claro ejemplo de seguimiento, de ser completamente de Dios.

Realmente hoy vivimos, todos los que queremos a Martin Isaías, un sábado santo en el cual permanecemos en silencio, pero con la firme esperanza que Isaías, ha vivido ya este encuentro, ha sido abrazado, ha finalizado la Carrera y recibe la túnica de los que convocados en la alegría, alaban al cordero inmolado. Y que nuestra relación con él, no termina, sino que ahora la vivimos de otra forma, la de la comunión con los santos.

Martín, agradezco el don de tu vida, tu sonrisa, tu atención, tu amistad siempre abierta, tu entrega generosa. 

Hoy eres abrazado enteramente por el amado, acogido por la Madre del que es la Luz, estás delante de aquel que te convoco a vivir en la alegría. 

¡Gracias!

Ernesto Camarena

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