La llaga que encuentra a los cuerpos


Comentario a Juan 20,19-30

Por Esteban J. Beltrán Ulate

estebanbeltran@outlook.com

Los cuerpos se llaman, se necesitan, se acarician, pero sobre todo se aman. Los cuerpos no son simple materialidad, de la cual deriva necesariamente la idea, el cuerpo no es un objeto cerrado sobre sí. El cuerpo es la acción, es intensión, es llamado de comunidad (procesional), que se despunta como un arrojo (proyecto) hacia la exterioridad desde una interioridad profundamente misteriosa.

Si bien, los cuerpos tienen vocación al amor, en ellos crece como cizaña el miedo a la muerte, grito silencioso de acabamiento que se oculta en el futuro impredecible, incesante posibilidad de un aguijón innegable e improrrogable. Ante esto, los cuerpos pueden sentirse agobiados, angustiados, encadenados a la muerte, como gesto imposibilitador de toda posibilidad.

El cuerpo angustiado, se oculta en el día y en la noche, tiembla de frío al caminar, alumbra a los demás en sus rostros con una lamparilla anunciando su fatal ausencia de sentido, no tiene paz. El cuerpo agobiado ante la muerte, se retrasa al encuentro con sus hermanos y refuta las voces de esperanza que anuncian las mujeres.

El cuerpo que vive para la muerte, se hiere a sí mismo, se erosiona; en su mente,  palabra, manos y pies brotan llagas. El cuerpo que anuncia la muerte, busca encontrar en los otros el eco de su muerte, de su angustia, de su llanto seco, incluso de sus llagas. Pide a las mujeres que callen, niega las voces de sus hermanos y desafía desde su finitud la infinitud.

El cuerpo tiende por naturaleza al amor y la misericordia es la gracia del amor. Por esto, el cuerpo glorificado atiende al clamor de aquel cuerpo desnudo que se oculta entre las hierbas, sale a su encuentro y rompe el velo que separa los cuerpos. El cuerpo glorificado, irrumpe en la historia personal de los cuerpos (temporales), rasga el tiempo como evento (instante atemporal) muestra las llagas, invita a tocarlas, mientras acaricia las llagas y enjuga las lágrimas del cuerpo quebrantado. La llagas de los cuerpos permiten el encuentro y cultivan la paz.

La paz sea entre nosotros, y que seamos capaces, algún día, de mostrar y abrazar nuestras llagas, desvelar nuestros cuerpos quebrados y atender la voz del cuerpo eterno y glorificado que anuncia su llegada con un abrazo de misericordia. Y así, resucitaremos juntos y cantaremos la victoria ante la muerte, como comunidad de cuerpos abiertos y entretejidos por las llagas.

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