Breve reseña de la barbarie

En la Antigüedad, los bárbaros eran los extraños, los forasteros que llegaban a la civitas, a la ciudad. Y en el ‘costal’ de los bárbaros podían incluirse a personas de culturas y tribus disímiles con temperamentos y valores equidistantes.

Los griegos y romanos sabían que los bárbaros eran «otros», que no eran los «nuestros» y esta otredad no les permitía reconocerles en su calidad de personas, un término que de hecho maduró hasta la Edad Media debido a una disputa teológica y que originalmente designaba la máscara que usaban los actores. La inevitable hibridación de razas humanas causó en su orígenes un choque cultural del que se desprendió una palabra que ha ido cambiando su significación con el tiempo: barbarie.

Originalmente, los bárbaros eran aquellos que no hablaban latín, sino un «barabara», un balbuceo, una jerga ininteligible para los ciudadanos, los habitantes de la civitas. Con el tiempo, la barbarie comenzó a significar un aspecto de aquellos «otros»: la violencia.

Francisco de Goya, «Saturno devorando a su hijo»,
143,5 x 81,4 cm, Museo del Prado.

¿Cómo pasó la barbarie de ser un concepto para designar a los extranjeros a uno para catalogar a los violentos? El desarrollo histórico no podría precisarlo ahora, sin embargo, pienso que era sólo uno de los rasgos que más se destacaban de los forasteros, con justicia o sin ella.

Hoy nos ha quedado la palabra barbarie para designar la desmesura, la imprudencia frente al otro, la falta de caridad, término cristiano también madurado en el medievo. ¿Acaso la primera barbarie la cometieron los civilizados al dejar sentir su desprecio por los extraños? Sería imposible para mí afirmarlo, mas no es improbable, no obstante que en la actualidad tenemos hechos que evidencian su factibilidad.

Asistimos en esta época a la normalización de la barbarie, en el sentido moderno del término, basta estar al tanto de las redes sociales y de las noticias para constatarlo. Masacres, fosas clandestinas, mutilaciones, vejaciones que se graban con la cámara de un teléfono celular y se viralizan en segundos y que pierden su relevancia tan pronto nos sorprendemos con una nueva atrocidad.

«En nuestra civilización moderna hay multitud de factores que han empujado al hombre hacia abajo, hacia un nivel de infrahumanidad. Todo aquello que contrapesa este descenso ha ido perdiendo fuerza, y la caída es cada vez más acelerada y sin obstáculos. No se necesita ser un observador perspicaz para encontrar en la fisonomía de los acontecimientos que ante nosotros se desarrollan esos rasgos de infrahumanidad».

Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura en México.

Zygmunt Bauman ha señalado que la inseguridad, que es connatural a la especie humana, frecuentemente es usada por los políticos para fines electorales. El atisbo de la barbarie hace que el hombre-masa orteguiano busque a un salvador. Pero los mesías sólo tienen cabida en las grandes religiones monoteístas y de lo que salvan no es precisamente de los males comunes y corrientes que nos acechan a todos, seamos creyentes o no.

Un mesías fuera del ámbito religioso es un manipulador de esperanzas. Si atendemos a la historia, podremos reconocer que el mal existe aún en las sociedades más sofisticadas, de un modo igualmente sofisticado, y que la humanidad florece incluso en medio de la cizaña. Quien quiera arrancar la cizaña con un afán moralizador puede cortar de tajo también los brotes de humanidad para dejar un páramo desolado.


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