Con motivo de las recientes elecciones en España hubo mucho debate alrededor del papel de la Iglesia y de los católicos en la actividad política. ¿Con qué criterios el creyente debería ejercer el voto? ¿Cuáles son los temas que deben marcar la agenda de los católicos en la actividad pública? ¿La Iglesia se identifica con algún partido político o grupo de poder?
Me parece que el genial teólogo Von Balthasar nos da algunas pistas al respecto. Afirma en varias ocasiones el desinterés que siempre debe de haber por parte de la Iglesia en poseer intereses terrenales y políticos. Es tajante con todos aquellos que afirman que el dinero o el poder pueden ser utilizados como medios de evangelización. Al respecto, hoy quiero compartir dos textos que me parecieron muy interesantes. Balthasar dice:
«El poder económico, cultural, comunicativo y político para evangelizar, supone traicionar a la misión de la Iglesia. Las comunidades que anhelan ocupar posiciones de poder para ayudar así a la Iglesia, en realidad la adulteran, ocultan el rostro salvador del crucificado y la alegría que nace de la sencillez de quien acoge al Espíritu. El Ser absoluto se reveló como Amor absoluto en el anonadamiento y la Cruz. Por consiguiente, debe renunciarse a los medios de poder mundanos, a la identidad entre influencia socioeconómica y evangelización. Influencia y poder, por sus propias reglas internas, acaban siempre en prepotencia avasalladora o integrismo defensivo. Sólo en la impotencia actúa el superpoder del Amor Absoluto«.
Y en un extracto del libro llamado ¿Quién es cristiano? , afirma:
«Por eso le está vedado también al cristiano esa forma de síntesis que nosotros hemos llamado «integrismo» y que es la mera aplicación práctica de la gnosis antes descrita: la utilización (con olvido de Dios) de medios de poder específicamente mundanos para una supuesta promoción del reino de Dios en la tierra. La intención puede ser sana, pero es malsana la identidad ingenuamente sobreentendida entre el reino de Dios y la influencia político-cultural de la Iglesia, influencia que suele equivaler después en la práctica a la prepotencia de un grupo de mercenarios cristianos que ansían conquistar el mundo. Pero no estamos ya en la Edad Media; las equiparaciones simplistas de cielo y tierra pertenecen al pasado; todas las formas de «francmasoneria» cristiana moderna resultan, a la larga, sospechosas y odiosas en cristianos y no cristianos. El que hace esas cosas no ha entendido bien ni la impotencia de la cruz (que él pretende remediar con el poder mundano), ni las leyes del poder mundano (que él aplica acríticamente sin caer en la cuenta). Los seguidores de Jesús estamos en una situación mucho más desprotegida de lo que nos gustaría. Estamos radicalmente expuestos como cristianos ante el mundo; y por Cristo al mundo. Nos gustaría hacer de la Iglesia un escudo contra el mundo; y de nuestra misión en el mundo, un escudo contra la palabra y el compromiso de Cristo. Pero Cristo desautoriza la espada secular del integrista Pedro, toma partido por los agresores y cura la oreja de Malco«.
Cristo optó por el que lo perseguía, no por el que luchaba por su «causa«. Me parece incluso que es incorrecto hablar de una «Causa de Cristo» en el sentido de la sacralización de la política, porque podría entenderse el cristianismo al mismo nivel de una propuesta cultural, social o de lucha por el poder. Entiendo la causa de un partido político que se confronta con otras, pero no entiendo que se particularice temporalmente la misión universal de la Iglesia. Él lo deja claro en el Evangelio, «Su Reino no es de este mundo«.
Así que si un político se reconoce como hijo de la Iglesia, lo último en lo que puede pensarla, en una lógica de control. Porque un hijo no puede ni debe utilizar a su madre.
Balthasar es tajante, no entiende el Cristianismo como quien en nombre de Jesús busca dinero o poder. Ni siquiera como medio. Porque el Cristianismo no puede reducirse a un orden social, al bien común o a sistemas económicos, culturales o políticos, por muy buenos que estos sean. El Cristianismo es un encuentro con una persona que siendo Dios entró a formar parte de nuestra historia (¡y de qué forma!) asumiendo nuestra humanidad y con su encarnación, muerte y resurrección nos redime. Se queda con su pueblo, un pueblo que camina en la historia en medio de problemas y persecuciones, enraizado en la tierra, aunque aspirando a algo que no puede darle todo el orden de este mundo. Clío y Verónica, diría Péguy.
Von Balthasar siempre es pleno, gracias por la cita.
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Gracias por leer, Pedro!
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