Recomiendo muchísimo ver la serie de HBO, Chernobyl. Trata sobre el trágico accidente nuclear pero con las circunstancias y agravantes políticas de la URSS en ese momento y eso la convierte en una historia fascinante.
Hay una escena fabulosa donde dialogan 3 soldados y el mayor de ellos les narra el drama de lo que significó para Él la primera vez que cometió un asesinato, en la guerra de Afganistán. Mientras habla, otro soldado voltea a ver el letrero de la propaganda soviética que está detrás de ellos que decía que el régimen traería «la felicidad para todo el mundo«. Pensé en el libro «El sentido religioso» de Luigi Giussani, donde afirmaba que el mayor sistema moralista que ha existido en el mundo era el de la URSS, porque tenía la pretensión de incidir hasta en lo más íntimo de la vida.
¿Puede un sistema político traer la felicidad a todo el mundo? Eso es un engaño del demonio y no exagero. Recordaba una discusión que tenía hace algunos años con alguien que hoy es diputado y con otra persona que tenía un importante puesto en el Estado. Querían hablar en un discurso sobre la esperanza y yo les argumentaba que es peligroso que un candidato o gobernante se presentara a sí mismo como «la esperanza» o prometer que la traería un gobierno, porque eso es propio sólo de Dios. Les narraba aquel cuento de C.S. Lewis donde el demonio le presenta a la conciencia de un hombre como «vocación» un camino político con tintes religiosos y esa era su estrategia para hacer que se condenara.
Pienso que le damos a la política más importancia de la realmente tiene y eso es peligroso. No digo que no hay que hacer política, digo que hay que darle su justo valor y conocer en dónde están sus límites. Porque el poder es un engaño: la respuesta que anhela nuestro corazón y que es la única que puede darnos la felicidad que esperamos tiene la lógica del amor y de la donación desinteresada, no la del control y dominio que vienen por el poder.