Biografía del silencio (2009) de Pablo d´Ors

9788498418385Conocí a Pablo d´Ors por accidente hace unos cuantos días apenas, mientras viajaba en autobús desde mi trabajo a casa, escuchando un programa de Radio Nacional de España. La mujer que hablaba sobre Biografía del silencio, el libro que ahora reseño, se mostraba entusiasta y afirmaba sin asomo alguno de exageración que dicho libro le había cambiado la vida. No sé qué fue pero el tono de aquella voz hizo nacer en mí una tremenda curiosidad, así que apenas llegué a casa decidí comprarlo en su versión electrónica y un par de horas después estaba ahí, en el sofá de mi sala, en silencio y atónito, pensando en todo lo que acaba de leer: me sentía reivindicado más que entusiasmado, avalado por esas pocas páginas en las que se consigna un viaje espiritual que coincidía con el mío y seguramente con el de millones más: no es casualidad que Biografía del silencio sea un bestseller que ha superado los cien mil ejemplares y cuya vigésimo primera edición acaba de ser publicada, según lo informa su sitio oficial de internet. Todo un logro en el mercado de lengua española.

Se dice de este libro que es un ensayo sobre la meditación, pero no estoy tan seguro de que así sea. Contiene cuarentainueve fragmentos sin ilación, textos con relativa independencia en los que el autor nos habla de su experiencia personal en el arte de la meditación: sus primeras dificultades, la evolución natural de la práctica y la eventual transformación de la persona, conseguida con base en una disciplina de abandono radical en el silencio. No persigue, pues, una estructura expositiva de carácter pedagógico o la bien salpimentada retórica de los polemistas: lo que aquí leemos es más un testimonio, una suerte de bitácora del viajante del espíritu. Nos interpela por la fuerza de la verdad con que esas reflexiones son expresadas, con fidelidad y humildad extremas, sin la petulancia de los eruditos o la arrogancia de quienes se asumen a sí mismos como maestros de vida.

D´Ors consigna no sin asombro la transformación que ha experimentado durante todos estos años de devoción al silencio, y quizás lo que más resalta es la identificación entre la práctica meditativa y el amor. “El amor -como el arte o la meditación- es pura y llanamente confianza”, nos dice. Identifica la plenitud de la vida con una conciencia de ser en el mundo que no se encuentre mediatizada por el lenguaje, tal como ocurre con la filosofía o la teología, disciplinas a las que ha dedicado gran parte de su proceso de formación intelectual. Ese amor no es sentimental, queda claro, sino experiencia profunda de unidad entre el yo y el entorno, destacando, como es natural en un pensador cristiano, al otro, el compañero peregrino que recorre junto a nosotros todos los caminos de este mundo.

El gran enemigo de la persona es el ruido, que contamina y distrae, que entorpece y separa, que oculta y miente siempre. Para d´Ors (esto lo retoma de Simone Weil) la observación atenta de la realidad es la vía de acceso a un conocimiento experimental y espiritual del mundo; la recuperación de la comprensión, por tanto, pasa por darle la espalda a la ingente cantidad de estímulos distractores que nos apartan de nuestra más elevada y urgente misión, que es la de ver nuestro rostro verdadero sobra las aguas precipitadas en el silencio. Quien medita porfiadamente está dulcemente condenado a expandir su conciencia de sí mismo y por ese solo hecho recuperar su patria original, que es la inocencia de la infancia. ¿Qué significa ser inocente? Respondo siguiendo lo que el propio autor afirma o sugiere: aceptar la vida como es, vivirla de primera mano, renunciar a la nostalgia o la ansiedad, reír, abrazar a los demás, no esperar nada, asumir con alegría el oleaje milagroso de lo cotidiano, evitar pensar demasiado, renunciar a toda pretensión absoluta; en pocas palabras, algo semejante a lo que las tradiciones místicas de oriente conocen como iluminación.

Esta biografía no es un manual para meditadores en potencia, no es un instructivo. No hay recetas ni fórmulas sino testimonios y cavilaciones que se hacen visibles en la palabra, que no es ruido sino la contraparte precisa de ese silencio amorosamente elaborado en la meditación. Nos hundimos en la plena conciencia del momento presente para aquietar las tempestades de nuestras instancias interiores, no para escapar de la vida, que es flujo constante, presencia cambiante, posibilidad infinita del espíritu. Es una hermosa paradoja, pero la verdad es que es preciso cerrar los ojos para ver; guardar silencio para conocer por vez primera el color de nuestra voz.

Siendo Pablo un sacerdote, uno pudiera ceder a la tentación de creer que este libro posee un carácter doctrinal, pero no hay motivo para sostener esto después de su lectura. Es un texto humanísimo en el que cabemos todos sin importar cuál sea nuestro trasfondo cultural o ideológico. De lo que se trata es de recuperar la conciencia de que somos parte de la vida y de que ésta no es una maquinaria desmontable (como sostienen empecinadamente los materialismos) sino una experiencia de conjunto, gloriosa e inasible siempre. Esta aceptación sólo es posible en la humildad, y no podemos ser humildes si seguimos insistiendo en el parloteo y asumiendo como natural este caos mental que nos han implantado los señores del escandalo.

Después de todo, nos recuerda el escritor español, de lo que se trata es de vivir, de abandonar las inercias que nos separan de la simplicidad y el deleite de la existencia sin pretensiones a la que nuestra alma esta llamada. No hay mejor vía para conseguir este fin que sentarnos en la tierra, cruzar las piernas, soltar el corazón y concentrar nuestra atención en la respiración, que es metáfora perfecta de los dos movimientos naturales de la vida: aceptación y entrega. Esto es vivir de veras. Después de todo, como d´Ors nos dice una y otra vez en sus novelas y sus homilías: “Pensamos mucho la vida, pero la vivimos poco”.


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