Por Dios bendito, oh Arquitecto,
nos hablaste de ciudades
que había en el cielo:
olvidaste lo terreno,
que te sirvió de nave,
y surcaste aquellos mares
en el antiguo Uranos:
edificaste en libros, monumentos,
claras ideas, venidas del cielo.
Por eso, a ti te invocamos
los del mundo, los terrenos,
para pensar tus pensamientos,
iluminados.
Encontraste sabiduría
no en el viento, no en la tierra
no en el océano, sino dentro:
en lo profundo de ti,
en donde habita lo Bello,
donde vive el Contento,
el Bueno, el Verdadero.
Ayúdanos, Agustín,
a descubrir este don:
contemplar lo eterno
que hay en el interior
y sea nuestro ser, alabanza,
al Maestro que enseña y
por el que todo esto se nos da.
27/08/18