El café huele a noche
y huele, también, a cadáver;
es testigo, además, de la risa
y motivo de conquista.
El café sabe a amistad
y a sentido de la vida,
alivio acostumbrado siempre
para quien le pesa la rutina.
El café es mi incienso
que uso cuando sacro mi día,
con él comienzo mi rezo
y lo termino haciéndolo vida.
2/10/18