Tenemos una lectura del mundo y debemos expresarla porque si no lo hacemos alguien tomará nuestro lugar y decidirá por nosotros. Participar políticamente es un alto deber moral e intelectual. No somos ángeles, vivimos en la tierra como hombres que poseen un cuerpo material y que deben establecer reglas claras que permitan un beneficio común; esto es fundamental porque la alternativa es terrible: el gobierno del más fuerte sobre los más débiles, como en la selva.
Decía anteriormente que prácticamente no hay área de la vida humana que no se encuentre infectada de individualismo; pues bien, en la política no es diferente. Hoy en día tiende a imponerse en el mundo una política tribal que separa a la población en segmentos en pugna; se habla de identidad, lo que predispone al desacuerdo, al uso espurio de conceptos nobles, a la asociación mafiosa de quienes se afianzan bajo un paraguas, parapetados de cara a los demás, incapacitados para salir y crear un mundo mejor con esos otros en quienes ven un “otro” inaccesible y no pocas veces perverso.
Una política humana consiste en buscar la democracia institucional, formal y representativa. Para lograr esto es necesario promover la educación de la población, la libertad de expresión, la justicia y la promoción económica constante, sobre todo entre los más desfavorecidos. Estos principios básicos son algo que todos nosotros podemos estudiar, comprender y promover sin importar cuál sea nuestro campo profesional; hay algo fundamental que podemos hacer diariamente: hablar sin complejos de estas cosas.
De lo que estoy hablando es de la creación de un escenario social cimentado en una vocación totalizadora, incluyente. Todos somos diferentes y en ocasiones sostenemos posiciones que son radicalmente distintas; sin embargo, es fundamental que al menos estemos de acuerdo en algo: estamos condenados a vivir juntos, a compartir este hermoso mundo. Entonces es fundamental que estemos de acuerdo en un sistema de libertades que sea recursivo, es decir, que se recomponga sobre la marcha, adaptándose a las cambiantes realidades de la historia. Lo contrario de esto es un sistema rígido, dogmático, que busque la consecución de un paradigma a despecho de sus críticos y, lo que es peor, que no dude en echar mano de la violencia si es preciso con tal de someter a quienes se oponen a su proyecto. Estamos hablando de dos sistemas, el de la libertad y el de la tiranía. Resulta claro cuál camino debemos elegir.
Hoy en día se ha puesto en boga una especie de espiritualidad descarnada, irreal, que busca alienar a la persona, liberándola de su responsabilidad social; se trata de prácticas ensimismadas que buscan el escape de las responsabilidades cotidianas más que el desarrollo de la persona que, como bien sabemos, es una criatura social que precisa la interacción cotidiana con sus semejantes. ¿Qué es un hombre en una isla desierta?
La política, su estudio y práctica, es tan indispensable en nuestras vidas como la actividad intelectual, física y espiritual. No podemos mutilar, por cobardía o cinismo, esta área de la vida humana. Quien así lo hace es un irresponsable y es cómplice de los desvíos y torpezas de los gobernantes en turno.
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