Entrenar nuestra capacidad de resistencia ha de ser una de las tareas más importantes de nuestra vida. No nos faltarán oportunidades porque, si no te has dado cuenta, la vida está llena de dificultades que nos vemos obligados a vencer. Algunas de ellas son meramente cotidianas, anecdóticas; pero hay otras de naturaleza salvaje que amenazan incluso la continuación de nuestra vida, como sucede con las enfermedades graves. El espíritu humano tiene una capacidad de resistencia que no es de este mundo, pero la mente, nuestra aliada-enemiga, suele jugarnos malas pasadas: me atrevo a decir que la única fuente del sufrimiento humano hunde sus raíces ahí. Cuando he dicho que debemos entrenar nuestra capacidad de resistir me refiero exclusivamente a esto, a le mente, es decir, a las lecturas que hacemos del mundo y sus circunstancias.
Una regla fundamental es la siguiente: entre más altas sean nuestras ambiciones, más grandes son las dificultades que nos salen al camino. De esto se deriva algo terrible, aunque absolutamente lógico: millones de personas optan por aspirar poco para sufrir poco. Es una estrategia que nos condena: mata el sufrimiento aniquilando nuestra existencia. Una tontería. Asumir como adultos nuestra condición mortal debe llevarnos a reconocer estas realidades que aun siendo duras son necesarias para nuestro desarrollo y son, no me cabe la menor duda, fuente de formación y preservación del carácter.
La resistencia no sucede porque sí, tiene raíces que debemos nutrir para que, en consecuencia, nuestra resistencia sea mayor, más efectiva. Por mencionar alguna de esas raíces debemos recordar, por principio de cuentas, la importancia que tiene en nuestra vida las relaciones que mantenemos con los demás, comenzando con nuestra familia.
Otra fuente inagotable de fortaleza personal es la vida espiritual. Cuando las personas cultivan su mundo interior descubren que ahí se encuentra un venero de conocimiento y aplomo vital.
Lo mismo podemos decir del sentido del humor, algo en lo que Frankl se detiene ampliamente. La risa tiene la facultad de distanciarnos de nuestros pensamientos obsesivos, relativizando la importancia radical que le damos a las circunstancias que nos rodean. El problema verdadero no son los hechos, por terribles que sean, sino la obsesión de retenerlos, acariciándolos para el gozo doloroso de ellos. Se nos ha olvidado que tenemos la facultad de dirigir nuestra atención hacia el escenario de la mente, seleccionando libremente qué es lo que queremos “ver”, dónde queremos colocarnos existencialmente. Lo que llaman el “señorío de sí mismo” es esto, sujetar con firmeza el timón de la barca en la que nos desplazamos sobre el tiempo.
En la medida en que salgamos de nosotros mismos, enfrentemos problemas y los superemos, nuestro carácter ha de templarse. Con el paso de los años y la experiencia que le sigue, adquirimos una consistencia vital mayor, somos más sabios y prudentes, más resistentes; en consecuencia, asumimos mayores riesgos, lo que implica que tenemos la posibilidad de conseguir mejores cosas, de vivir experiencias más intensas y luminosas. Has sido creado para vivir a la intemperie, que no se te olvide nunca.
Me gustó mucho este artículo. La verdad no conocia esta revista!!
Muy interesante!!!!
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Gracias por tus comentarios, Selma.
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