Muy temprano, el campesino se levantó; de inmediato partió para trabajar en su milpa, pero en el trabajo no pudo apartar de él las preocupaciones que tenía: una esposa enferma, unos hijos que alimentar y la falta de lluvias…
Se oyeron las campanas de la parroquia que llamaban a misa, el hombre hizo un alto para rezar. Empezó a murmurar: «Ave Maria gratia plena…» Y oyó entonces un coro que le contestaba «¡Dominus tecum!»
Asombrado, el campesino prosiguió: «Benedicta tu in mulieribus» y el coro, que parecía compuesto por mil voces contestó: «¡Et benedictus fructus ventris tui Jesus!». Con este extraño diálogo, continuó la oración; terminada aquélla, el campesino se sintió reconfortado.
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