Te mereces todo porque existes,
porque vives, porque respiras.
Es tan simple lo que haces
que de simplicidad llenas lo complicado del entorno.
Mereces que sea tu soldado en defensa,
tu sol escaso de invierno,
tu ventisca escabullida de verano,
y la gota de agua corriente que siempre buscas.
Todo, lo que es tan en mí, poquísimo.
Todo, tan profundo como tu color misterioso,
Todo y tanto, tanto y lo que logro darte.
Todo siendo nada, como cuando a mi llegaste.
Porque un sonido tuyo, simple y amorfo, es un mundo.
Un mundo porque baila en palabras sin lenguaje,
en lenguaje y universo de expresiones liberadas.
Porque tu estar basta para mi estar bien y en calma.
Te mereces todo porque te dedicas al silencio,
al hacer nada, al repartir belleza y misterio.
Te mereces todo porque me enseñas a ser débil,
a sentirme humano, y humano frágil.
Te mereces todo, simplemente porque me esperaste.