Incursiones en la montaña

La poesía es el músculo del alma, es un ejercicio vital que mueve toda la potencia del ser hasta el punto de un desgarramiento que se vuelve a coser en el arte, la música, la filosofía, el pensamiento. Quien escribe y vive la poesía está condenado a su libertad, a su búsqueda sin retorno, como diría Sabines: está condenado a vivir.

Los que nos dejamos tocar por la poesía nos reconocemos presos del delirio, del asombro, de la realidad. Nos dejamos tocar por ella para romper el espacio-tiempo y releernos a través del verso hasta llegar al punto más nítido de nuestra soledad y poder pronunciar, con cierto matiz bíblico: yo soy.

Por tanto les comparto este ‘yo soy’: un pequeño ejercicio anónimo que distribuí con personas en la calle, en el camión, en la vida; es mi necesidad de decirme delante del no-yo, reconocimiento de mi existencia y desnudez de mis pasos. Da click en el archivo y léeme.

Jilguero Recayente INCURSIONES No. 1

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