La vida da a quien entrega, ofrece a quien renuncia, premia al que se sacrifica. Ahí donde estén tus pasiones y tu trabajo, ahí se aparecerá también la vida un buen día para ofrecerte sus mejores frutos.

No seas como los tontos que buscan lo que no han perdido, que reclaman lo que no es suyo, que se mueren siempre de hambre sobre una montaña de oro. La vida no es una cosa, es un estado; la vida es hija de tu mente: lo que piensas sientes, lo que sientes es lo que haces y lo que haces es lo que moldea el mundo en el que vives. Si quieres que tu vida sea mejor, aprende a pensar con verdad, bondad y belleza.

Si vas por el mundo hablando mal de los demás y con el gesto duro de los resentidos, no esperes que los demás hablen bien de ti y te sonrían: la vida es un espejo justísimo que nunca te habrá de engañar y que siempre devolverá lo que tú ofrezcas primero.

No existe prisión más atroz que la propia mente. He visto a personas permanecer en ella toda una vida, ignorando que sus puertas no tienen llave y que basta la voluntad personal para poder liberarse. Alcanzar esta libertad es posible para quienes aman y se comprometen segundo a segundo con el arte de diseñar su propia existencia.

Para comprender todas estas cosas que digo, basta cerrar los ojos y escuchar tu voz interior. Ahí hay un llamado esperando por ti. Esa voz es TU VERDAD y sólo a ella debes fidelidad absoluta; atiende hoy mismo, escucha con el corazón y entiende lo que diga para ti.

La vida no es algo dado, acabado y hermético que está ahí, afuera. La vida ha sido siempre, para quienes han despertado a su poder interior, lo que ellos han querido que sea.

Este es el secreto que muy pocos están dispuestos a comprender: somos radicalmente libres.

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