Me conmueve mucho el personaje de Clément Mathieu de la película Los Coristas. Él acude a un internado a enseñar música, a mostrar la belleza. Y allí encuentra, al principio, la rebeldía. Es víctima de ofensas. Los chicos inmaduros le arruinan sus partituras y se sublevan en clase. Pero él es paciente y va en contra del sistema careclario que impone el director Rachin, un sistema basado en la represión. El miedo y el castigo. «Acción, reacción», dice Rachin como un perfecto pavloviano. Pero los huérfanos tienen otro referente, el del profesor Mathieu. Él apuesta solamente a la belleza de la música. Y la música, para poder ser ejecutada, requiere orden, no del tipo militar, sino como disposición del ánimo. Al principio cuesta, mas nunca deja de apostar por este método. Un método ingenuo, según Rachin. ¿Es que la belleza puede cambiarnos? Rachin no lo creía.
Pierre Morhange es un chico con un talento excepcional, pero es rebelde, no le gusta el orden que la música requiere, no tiene disposición. Sufre porque piensa que no le importa a su madre, la extraña. La falta de amor causa rebeldía. El encuentro entre Morhange y Mathieu no será fácil. Es un combate cuerpo a cuerpo: la belleza frente a las resistencias del joven. Al final Morhange despliega su melodiosa voz cuando parecía estar fuera del concierto más importante. En realidad el maestro lo había reservado para el final. Con sólo un gesto lo incorpora al coro, como el padre que estrecha a su hijo contra su pecho.
Mathieu se enamora de la madre de Morhange, pero ella está enamorada de otro hombre y se lo confiesa. El amor no siempre tiene el rostro que imaginamos.
Un incidente con otro joven rebelde, Mondain, precipita la salida de Mathieu. Mondain sólo conoce el castigo y está lleno de resentimiento: incendia el internado mientras Mathieu lleva a pasear a los niños.
Pépinot, es un pequeño que espera que un familiar llegue por él y siempre se queda triste porque nadie lo recoge. Pero Mathieu se lo lleva cuando deja el internado: el deseo de ambos que se cumple en su tiempo, el amor correspondido con un rostro que nadie esperaba.