Provocado por las circunstancias

¿Cómo vivir en este nuevo régimen de gobierno? ¿Qué puede hacernos protagonistas frente a un poder que quiere controlar toda la vida social?

¿Qué es lo que vence en las circunstancias? En la nueva circunstancia que vivimos bajo el régimen de la 4T, en que se destruyen las instituciones que hasta hace menos de un año eran garantes de un sistema democrático, que paradójicamente fueron las que reconocieron el triunfo del presidente; en que se cambia la ley a modo de una persona, como la ley Taibo o la ley Muñoz Ledo; en que se imponen personajes a modo en la SCJN, la CRE o en la CNDH; en que la violencia heredada sigue creciendo incontenible; en la que se denosta y se hace burla de quien no piensa como el presidente; en que la economía no crece, se pierden empleos, se polariza la sociedad; ¿qué es lo que puede sostener nuestra vida? ¿qué es lo que puede vencer el pesimismo o la ingenuidad? ¿qué es lo que puede hacernos protagonistas y no meros observadores o víctimas de las circunstancias?


Ni resignación ni optimismo ingenuo. A ninguno nos basta resignarnos a la circunstancia actual o acomodarnos a los nuevos tiempos. No bastan juicios como «de lo perdido lo encontrado» o «al mal tiempo buena cara». No nos bastan falsas esperanzas de un futuro mejor, cuando el presente es incierto, violento, desconcertante. No nos bastan las promesas que no tienen sustento en la realidad o que se basan «en otros datos». No nos basta moderar nuestras expectativas o ver en la crisis «una oportunidad». ¿Por qué no podemos resignarnos? ¿Por qué no podemos ser optimistas del futuro? ¿Por qué nos molestan la injusticia y prepotencia de quienes gobiernan? ¿Por qué nos enojan las mentiras o verdades a medias? ¿Por qué no nos gustan las evasivas o distracciones?

Pasmados frente a las circunstancias. Encerrarnos en nuestra pequeña realidad ignorando lo que pasa al rededor, no es razonable. Tampoco lo es pretender que otros, con poder, cambien la situación actual o la enderecen. Nos vemos tan pequeños frente a un problema que nos rebasa que quedamos pasmados, incapaces de actuar y solo reaccionamos. No tenemos claridad de juicio ni encontramos una fuerza social capaz de oponerse al desmoronamiento social que vivimos. Entonces, ¿qué nos espera? ¿hay alguna esperanza? ¿podemos hacer algo?


A prueba el sentido de la vida. Todas estas circunstancias ponen a prueba nuestra vida, el sentido que tenemos del vivir. Las razones que sostienen nuestra vida. La experiencia que sostiene nuestra persona. El deseo de bienestar o estabilidad económica se ven amenazados por las políticas públicas, el diseño del presupuesto, el sub ejercicio del gasto público. La seguridad social se ve en peligro frente al desabasto de medicinas, la cancelación del seguro popular, el cierre de miles de guarderías. La educación como clave del desarrollo e inclusión social se ve disminuida por las prebendas a los sindicatos de maestros, las concesiones a los normalistas que roban y queman camiones. La permanencia en el país se pone a prueba frente a los asesinatos, robos y matanzas diarias, cada vez más cercanas y amenazantes. Y así, muchas cosas más que ponen a prueba las motivaciones par ir a trabajar, para emprender un negocio, para colaborar con los vecinos, para mandar a los hijos a la escuela. ¿Qué es lo que da sentido a estar aquí? ¿Por qué no huir del país a un lugar «menos malo»? ¿Por qué vale la pena no aliarse con los poderosos en turno para hacer buenos negocios, tener seguridad, para «no quedar fuera del presupuesto»?


Solo se responde en la experiencia. Creo que frente a todas estas interrogantes no basta un discurso ni ideológico, ni a favor o en contra del gobierno actual o pasados, ni discursos moralistas o una piedad ñoña. Reconozco una actitud cívica genuina en el presidente de la Coparmex Gustavo de Hoyos, en el presidente del CCE Carlos Salazar, en algunos legisladores e incluso en empresarios que día a días siguen esforzándose por no despedir empleados aunque han bajados sus ventas y ganancias, en aquellos que no se han ido del país pudiéndolo hacer y siguen trabajando, en los maestros que siguen dando clases buscando el bien de sus alumnos.

Pequeñas acciones que hacen grandes cambios. Aunque suena bonito, no es del todo verdadero y eficaz. No basta portarse bien en lo individual o en mi pequeño círculo. No basta preocuparse solo de lo que está en mi ámbito inmediato de influencia y acción. No basta la acción de uno en solitario. Creo que estamos en un momento que exige de cada uno algo más, un plus, un esfuerzo y un sacrificio, salir de la comodidad, añadir una problema más a los miles que ya tenemos. Sólo una fuerza más grande que toda la fuerza del poder puede vencer la inercia de estos cambios que están generando destrucción, división, pérdida de bienestar, de empleos, empobrecimiento, polarización, clientelismos políticos.


¿Es verdad que las fuerzas que cambian la historia son las mismas que cambian el corazón del hombre? ¿Qué o quién o quiénes pueden corregir el rumbo de nuestro país y la situación de miles de personas que pierden su empleo, que se quedan si medicinas, que pierden el apoyo para el cuidado de sus hijos, que reciben una educación deficiente, que están amenazados por el fisco, que son descalificados por el modo de vida que han llevado y ahora son discriminados como fifís o conservadores? Creo que estamos en una circunstancia que pone a prueba nuestra fe, nuestras convicciones, nuestro compromiso. 


Necesitados de una compañía verdadera. Por eso hoy más que nunca necesitamos un lugar, una compañía, una amistad que nos ayude a ser protagonistas de nuestro propio destino, constructores de paz, signo de una humanidad nueva que se juega con los demás. Un lugar que nos ayude a reconocer a Cristo como el único capaz de vencer, a su modo, a su tiempo, y que puede obrar el milagro de una humanidad feliz, plena, realizada incluso en medio de unas circunstancias que no cambiarán en el corto plazo, que irán deteriorando la vida social y política, que nos exigirán muchos sacrificios e incluso la aceptación de unas circunstancias tan adversas como las de otros países como Cuba o Venezuela. Una compañía donde Cristo vence incluso en el fracaso y la desilusión, donde es posible vida llena de significado.

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