Hablo. Digo lo que consideras todo, pero descubro que el lenguaje tiene una soga que ahorca aquello que desea salir y no sabe cómo. Cuando parece que puede llegar a exhalar esas palabras secretas, lo que viene a revelarlo de una manera correcta, se esfuman como el sueño al despertar y permanecen como un recuerdo que quiere volver y se aferra al polvo del camino. Entonces, ¿quién tiene la capacidad de entrar en este templo del ser? ¿No era la palabra el lenguaje de los dioses, aquellas que sacaban lo divino de la sombra y que podría cantar mi infinita limitación? Creo que hay cosas que permanecerán en la sombra de mi propia incomprensión, en el desierto más íntimo, donde la luz de la alba apenas se filtra y toca los horizontes de mi espíritu. Esa soledad. Ese hablar. Ese callar.
