Pequeña ciudad entre el rumor del desarrollo
y las barrancas de la miseria.
Sus laderas,
madres de la infertilidad,
sus casas,
caminantes sin rostro,
se alzan con deseada altura
porque no alcanza a ver fuera de la muralla.
No sé si el aire les llega envenenado
porque todos traen en el rostro una trinchera
una mueca cocida en la boca,
como si siempre rumiaran un fruto amargo,
que te deja trozos en la boca
sin jamás poder hacer digestión.
No tienen un jardín
ni un espacio para mandar todo al carajo.
Si te falta eso
te falta todo.
Palestina, 2019.