Educación y nihilismo

Como un puñetazo un la cara nos ha golpeado en México el ataque a balazos de un estudiante de primaria en una escuela de Torreón, Coahuila, donde murió una maestra y varios alumnos resultaron heridos.

El agresor, un niño de 11 años que iba en sexto grado, se quitó la vida tras consumar el atentado.

No puedo imaginar la consternación y la perplejidad en los familiares de ese niño y de las víctimas al ver desplegarse ante sus ojos el drama del mal.

Tras la tragedia, surgieron muchos análisis y reacciones para condenar, sin intentar comprender. La instintividad emergía. Además, se activaron los debates sobre la influencia de los videojuegos, la posesión de armas, la salud mental de los jóvenes…

Hace tiempo, una conocida me recomendó leer Nada de Janne Teller, que es una novela sobre un joven nihilista. El protagonista es un chico que cree que no hay nada que valga la pena en el mundo, por lo que todo puede ser destruído. Así, le pide a sus amigos los objetos que les son más valiosos y hace una pila con ellos y posteriormente les prende fuego.

Debo de admitir que la novela me impactó mucho y, aunque no la recomendaría para los jóvenes, sí lo haría para los adultos. El tema de fondo es el nihilismo que ha permeado a nuestros niños y plantea un enorme desafío para quienes somos padres y educadores. Es el mismo nihilismo que al final de cuentas de traduce en matanzas y tiroteos,como hemos podido ver primero en Estados Unidos y luego en México.

Estos dolorosos hechos me hacen preguntarme ¿dónde surge una postura así ante la vida?, ¿es cierto que todo da igual y por tanto podemos burlarnos de lo que es más preciado para otros y destruirlo? Y sobre todo: ¿hay algo por lo cual vale la pena vivir?

***

Por estos días leo Crear huellas en la historia del mundo, un libro escrito a seis manos por Luigi Giussani, Stefano Alberto y Javier Padres. Allí, los autores abordan el cristianismo como un acontecimiento que se revela como correspondiente a la sed humana de plenitud. No ha dejado de sorprenderme la pertinencia de estas palabras frente a los hechos de violencia que nos reseñan en estos días los medios de comunicación. Educar, lo ha dicho Giussani en otro de sus textos –Educar es un riesgo–, es introducir al niño en la realidad total, es decir, según todos sus factores, por lo que no puede dejarse de lado justamente uno de los aspectos más apremiantes para toda persona: el deseo fundamental de felicidad del corazón humano. Pienso que aquí tenemos la pista darle la cara al desafío que vivimos.

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