El pasado 10 de enero de 2020 una triste noticia para todos los que nos dedicamos a la docencia nos llegó al corazón, ya que una maestra fue asesinada en su sitio de trabajo a manos de un niño de 12 años que la atacaó, no solo a ella, sino también a algunos de sus compañeros en un sitio en el que se presume debe ser un espacio seguro para los menores y para los adultos: la escuela.
Aunque no pretendo juzgar las circunstancias, acciones u omisiones del menor o de su familia, me gustaría retomar la responsabilidad frente a nuestros hijos y lo que estamos dejando de hacer en establecimiento de límites sanos, pues los mismos padres de familia se opusieron al programa Mochila Segura, lo que de alguna forma se puede interpretar como sobre-protección hacia los menores.
Además, el rol de los docentes frente a la sociedad se ha venido deteriorando no solamente en la educación particular, sino en las privadas, y la causa de ésto es variable: por una parte las modificaciones en cuestión de derechos humanos que han venido favoreciendo al menor por encima del adulto y por otra parte la falta de límites por parte de los padres y, por qué no decirlo, la permisibidad por parte de algunos docentes.
Una gran mayoría de padres de familia educan bajo dos premisas: dar a sus hijos todo lo que en su momento carecieron de niños y «dejarlos ser», lo que significa dejar a los menores abandonados a sus impulsos.
Otra de las posibles causas de la falta de límites está ligada a la culpa que sienten algunos padres por la falta de tiempo para gastarlo con sus hijos debido a sus trabajos. En otras ocasiones, la separación de los padres de familia los conduce a actuar de manera permisiva.
Otras situaciones que se sospecha que influyen en el comportamiento de los menores son los videojuegos, la tecnología, los programas televisivos y el acceso desmesurado al Internet.
En los 90’s, nuestro el entretenimiento de los que éramos niños era la televisión y había ciertas restricciones en sus contenidos en determinados horarios y los videojuegos consistían básicamente en brincar y cruzar obstáculos, sin embargo, en la época que vivimos en la actualidad, el acceso al Internet –donde hay pocas restricciones–, los tipos de juegos virtuales a los que tienen acceso y la poca presencia de los padres, además de su poca autoridad frente a los hijos, vuelve vulnerable a una parte de la sociedad.
Para frenar esta dinámica es importante la presencia activa de los padres de familia y límites sanos.
A continuación propongo algunas sugerencias para padres de familia para establecer límites sanos, sin violencia.
- Amarse a uno mismo. Un padre o madre que se ama a sí mismo, no solo da el ejemplo a sus pequeños, sino que no permite el chantaje ni se siente mal ante el llamado de atención que tiene que hacer a los menores. Es decir, no depende del amor de sus hijos para poder poner límites.
- Supervisar el teléfono móvil, computadora, consolas de videojuegos y programas de televisión. Los padres de familia somos responsables del contenido que nuestros menores tienen en sus dispositivos, ya que ellos aún no tienen el uso de conciencia adecuado para elegir con total libertad. Al mismo tiempo, somos responsables de los contenidos al que tienen acceso, que de alguna u otra manera influyen en ellos.
- Regular las decisiones que ellos tomen. Si bien es cierto que nuestros hijos deben aprender a elegir, es nuestra responsabilidad regular el marco de elección que tienen. Nuestros hijos no tienen total conciencia, conocimiento y visualización de consecuencias positivas y negativas que su elección puede tener, por ese motivo, limitar sus elecciones entre una cosa u otra ayuda a los hijos a tomar decisiones con seguridad.
- Aprende a ser el «malo». Asumir que somos adultos y que en muchas ocasiones los hijos nos van a poner como el malo de la historia, pero es parte del aprendizaje que nuestros hijos deben de tener, a pesar del reclamo que puedan tener porque deseaban algo contrario a lo que se les dice. Ser adulto implica tener la madurez para tomar decisiones que en muchas ocasiones nuestros menores no entenderán como óptimas para ellos, pero hay que recordar que como adultos, y con la experiencia de vida que tenemos, podemos visualizar aspectos que ellos aún no.
- Tratarlos siempre con respeto. Hay que recordar que la violencia genera violencia. El hecho de que tus hijos aún no sepan muchas cosas de la vida hará que se equivoquen y esto es parte de su aprendizaje. Quizá algunas veces no hagan caso de lo que has indicado, sin embargo, aunque tengas que hacer un llamado de atención no los insultes ni violentes físicamente.
- Cumple tu palabra. Una característica de los adultos es que su palabra tiene valor, pero a la hora de limitar lo que tu hijo hace es importante cumplir lo que dices: sea para un beneficio o para algo que no le es grato.
- Reconocerles cuando algo que han hecho o logrado es positivo en su vida. Los limites sanos no siempre tienen que ver con aquellas cosas que no deseamos que se hagan, sino también con aquellas que sí queremos que sigan haciéndolas. Una forma de lograrlo es a través del reconocimiento de aquello que han hecho bien.
- Ser pacientes. Recuerda que ningún cambio se da de la noche a la mañana, pues tus hijos están en el proceso de ir aprendiendo. El aprendizaje depende de muchos elementos y es más lento o más rápido en algunos menores.
- Ser claros. Un límite claro indica con especificidad «qué sé» y «qué no» está permitido.
- Recuérdales que los amas a pesar de todo. Con mucha facilidad se confunde el enojo con la pérdida del amor, por ello, aunque te enojes o no a la hora de poner límites, es importante que les hagas saber siempre que los amas, a pesar de que se equivoquen o de que les cambies los planes, les impongas límites contrarios a sus deseos o te molestes con ellos. El amor no está peleado con los límites que impones.
Los padres de familia somos, de manera directa o indirecta, responsables de las cosas que hacen nuestros hijos, por omisión, negligencia o acción. De ahí la importancia de establecer límites sanos con nuestros menores de edad. Al final de cuentas, ellos están en el proceso de aprender a integrarse a la sociedad en la que vivimos, de ahí que sean más vulnerables a ser víctimas, incluso como victimarios.
Si bien es cierto que no podemos hacer grandes cambios dentro de la sociedad, sí podemos empezar por el hogar, ya sea como padres separados o juntos, siempre buscando el bienestar de nuestros hijos, quienes al final de cuentas son el reflejo de lo que viven en casa y serán en un futuro los que lleven las riendas de la sociedad.