Bello San Valentín, ¿pero sabemos amar?

“Le plus grand malheur n’est pas de ne pas être aimé, mais de ne pas aimer”, Albert Camus, Carnets (1962)

“La peor desgracia no es no ser amado, sino no amar”, Albert Camus, Carnets.

En este artículo planteamos que en la vida ordinaria se entiende el amor mayormente como sentimiento. Analizamos luego que el amor en tanto sentimiento, y por tanto afectividad, no alcanza a decir todo lo que él es. El modo de adentrarnos en su realidad es a través del fenómeno moral que constituye el amor, esto es, a través de la acción de amar a otros, que puede ser motivada (o no) por el sentimiento. Concluimos que hay una dimensión del amor intangible e inconmensurable que no se puede conceptualizar sino sólo describir. Y que tal descripción despierta en nosotros estupor, pues en definitiva el amor constituye un acto “supererogatorio”.

La pregunta que titula este artículo puede parecer un poco presuntuosa, en el sentido de que tal vez quien la lee puede creer que el autor quiere enseñarle la verdad acerca del amor, a modo de instrucción y de teoría. Nada más lejos de mi intención, pues pienso que es imposible definir el amor en tanto idea o esencia completa. En cualquier caso, podemos intentar comprender algo de su significación a través de lo que vivimos de él o de su fenomenalidad en la acción de los unos por los otros.

La palabra amor, en su uso vulgar, refiere la mayoría de las veces a ese sentimiento que se genera en nosotros cuando nos encontramos con las personas que nos aman: nuestros padres, hermanos, abuelos, amigos, compañeros, novias, novios, y muchos más. Pero en tanto sentimiento, lo que nos asiste para entender el amor es la ciencia y su explicación de los fenómenos biológicos, fisiológicos, psicológicos, conductuales y cerebrales-neuronales que se dan en nuestra humanidad ante una situación vinculada a este sentimiento. De todas maneras, esta fenomenología científica del amor no expresa “todo lo todo” que él es. Pues sólo se limita a la dimensión material, es decir físico-corporal, del mismo. Esto explica que en la psicología contemporánea se denomine al conjunto de sentimientos fisiológicos disparados por la persona amada como afectividad. Ésta refiere precisamente a todos los factores bio-fisio-psicológicos que entran en juego en la vida de cada persona ante la afección interna o externa que puede producir una fantasía o la realidad cercana de otra persona. Pero ¿puede la ciencia con esta explicación decirnos todo lo que es el amor? No. La descripción de la afectividad, es decir, de la sintomatología fisiológica que produce en nosotros el amor es una realidad tan maravillosa pero también tan inconmensurable que trasciende lo meramente corporal.

Y esa trascendencia se nos presenta, se fenomenaliza (por usar un tecnicismo filosófico) en la acción. Por eso, para decir algo acerca del amor mejor hablar acerca del amar. La pregunta correcta, según vengo argumentando, no sería ¿cómo sientes el amor?, sino ¿Por qué amas como amas? El amor lo sentimos todos de modo más o menos parecido, por eso se pueden hacer taxonomías sobre las conductas amorosas (y humanas en general). Pero no todos obramos el amor exactamente del mismo modo. Es más, probablemente, hay tantas formas de vivirlo como personas hay.

De todas maneras, hay una característica fundamental de la acción de amar, que surge de una fenomenología descriptiva de su acción; y es la vinculación desinteresada al otro. Es lo que podemos apreciar en el vínculo de apego entre la madre y el hijo o la hija, el vínculo de atracción entre un marido y su esposa, la relación de empatía entre los abuelos y sus nietos, etc. Desinterés que incluso puede llegar a dar la vida por el otro. Y esto último es precisamente lo que no puede explicar ningún estudio científico.

El sentimiento no se ve, o en verdad, se muestra en manifestaciones corporales algo vagas, mientras que lo que otro hace por mí y para mí es algo patente en tanto acción o actividad dirigida a mi persona. Y, viceversa, en lo que yo hago por los otros. Veo que me amas por que veo que me cuidas, que me alimentas, que me atiendes, en definitiva, que promueves mi existencia. Experimento que tenemos un vínculo tan estrecho de apego y empatía que a veces hasta pensamos lo mismo. Tu te experimentas amado por mí porque me ocupo de ti, porque entras en la acción de mi cura, porque experimentas cómo promuevo tu existir, por que, en definitiva, vivencias que tu ser me produce una alegría inmensa. Esta es la dimensión intangible del amor, la dimensión no material, que también podemos llamar espiritual. Lo espiritual es una “espacialidad” no material donde habita nuestra relación con el otro, y es una “temporalidad” no cronológica donde pervive nuestra voluntad de promover la existencia del otro.

Para terminar, decir con A. Camus que más importante que ser amado es amar a los demás desinteresadamente, pues si en el amor entra el interés, su esencia se desintegra. No es que no sea importante y necesario ser amado, especialmente durante los primeros años de nuestra existencia humana, pero más importante aún es amar a los otros, es promover la vida de los otros, ya que en el amar, sin buscarlo intencionalmente, encontramos primero de todo, la plenitud de nuestra ser personal, y segundo, el retorno del amor que nuestra humanidad necesita. Será por eso que San Juan de la Cruz dijo alguna vez, “en el atardecer de nuestra vida nos examinarán en el amor”. ¡Feliz San Valentín para todos!

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