A mediados del siglo XIV. Antonius Block y su escudero, tras años de cruzadas en Tierra Santa vuelven a su Suecia natal. Una tierra destrozada por la peste negra.
Y cuando el cordero abrió el séptimo sello, en el cielo se hizo un silencio que duró una media hora. Y los siete ángeles, que tenían las siete trompetas, se dispusieron a tocarlas.
—¿Quién eres tú?
—La Muerte.
—¿Vienes a por mí?
—Hace tiempo que camino a tu lado.
—Ya lo sé.
—¿Estás preparado?
—El espíritu está pronto, pero la carne es débil.
—Espera un momento.
—Es lo que todos decís. Pero yo no concedo prórrogas.
—Tú juegas al ajedrez, ¿verdad?
—¿Cómo lo sabes?
—Lo he visto en pinturas y oído en canciones.
—Pues sí, realmente, soy un excelente jugador.
—No debes de ser tan bueno como yo.
—¿Para qué quieres jugar conmigo?
—Es cosa mía.
—Por supuesto.
—Juguemos a condición de que siga viviendo mientras resista.
—Si pierdes, me dejas vivir.
—Las negras, para ti.
—Era lógico. ¿No te parece?