Se levantan las palmas,
aclaman al hijo de David,
pero se elevarán las manos
exprimiendo el jugo de la vid.
Y el amigo
con quien mojó su pan
le encarnó un beso de hiel
y por pobre plata se envenenó del mal
por no conocer al Cordero que venía de Betfagé.
Siervo sufriente, amor de mis amores,
la mano escondida te fustiga,
uva que llora la soledad de los dolores;
¿De qué le sirve a Pilato lavarse las manos
si el corazón está poblado de horrores?
¡Qué soledad la tuya!
Tus ojos tienen el espejo del Sheöl:
Eli, Eli, lama sabachtani!
Retumba en mi silencio tu angustia derramada:
¡Señor!
No puedo verte con mi dolor
¡Déjamelo en el corazón,
déjamelo aquí!
[Israel, 2020]