La espada inútil de Pedro.
Tu miedo salió de la vaina,
espada quebrada
que no podía cortar
la angustia de tu noche.
Tu valentía precedente
se escondió en el Getsemaní.
Seguías de lejos al ‘Yo soy’,
y buscando fuego, luz, calor,
repetiste como letanía: ‘Yo no soy’.
Moriste con tu propia espada,
tu llanto te laceró,
tu voz se silenció
ante el canto del gallo.
¡Llanto más cortante que el acero!
Ese fue el anzuelo del pobre pescador.
[Israel, 2020]