
El verdadero hogar está ausente.
Mientras son muchas las voces que anuncian la urgencia por un retorno al hogar, mis pensamientos se confrontan entre sí, porque solamente a partir del reconocimiento de “qué es” el hogar es que podremos responder al “dónde” del hogar.
Conozco muy bien donde habito, lugar que no ha sido el mismo desde que existo, lugar que se desplaza según mis necesidades, porque el lugar donde habito, no permanece inmóvil, sino que se ajusta al “ahí” de mi existencia en el momento que así lo asumo.
No es lo mismo el “ahí” del habitar que el hogar, el hogar no “soy yo”, pero el yo no es el mismo sin el hogar; de lo que se desprende que todo ser-ahí existente tiene una nostalgia de hogar, que inútilmente -algunos- intentan suplir con la casa… no comprenden que la casa es solo un medio para sobrevivir frente a la ausencia.
“el yo no es el mismo sin el hogar”
La casa es la manera en que “nos” cubrimos en el vacío. Ese vacío es existencial, pues nuestra realidad existencial siempre está cruzada por un misterio de origen y porvenir. Sin embargo, el misterio no nos aplaca el pensamiento, sino que lo estimula, lo aviva de manera incesante, es el misterio lo que nos mantiene vivos.
“es el misterio lo que nos mantiene vivos”
El verdadero hogar está ausente, pero su nostalgia nos convoca, como una especie de fuego que arde y nos llama por nuestro nombre, en la intimidad de un desierto. El sentimiento de hogar es la huella de una vida que nos arrebatamos, pero que a pesar de ser-nos tan lejano sigue atravesando nuestra existencia, a la espera de que dejemos por fin las sandalias y nos consumamos en el misterio mismo.
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