Hoy que se celebra el día del libro, doy las gracias porque me han enseñado a leer, porque me gusta mucho leer.

Los libros proporcionan libertad a mi pensamiento, haciendo de él algo vivo, como si fueran»andamios» de una casa siempre inacabada.

Éstos andamios de mi pensamiento están construyéndose, en parte, gracias al amor a la lectura y a todo lo que me proporciona (como la lectura de las sagradas escrituras y lecturas espirituales a mi vida de fe o como los viajes realizados gracias a historias leídas). Me proporciona apreciar otras formas de vivir, otras culturas, otros paisajes, otros lenguajes, otras espiritualidades y también, acercarme a lo esencialmente humano, a los demás. También a lo profundo de mí misma.

Mi pensamiento, estimulado por las historias y enseñanzas de los libros, me invita a observar lo que me rodea, a las personas, a las cosas que están ocurriendo.

También a «mirar» al pasado, a preguntarme por la vida, el sentido, el origen, la esencia. A preguntarme por aquello que hay más allá de lo que percibo con mis sentidos, por aquello que quizás traerá el «mañana»…

Mi pensamiento, siempre de paso, también me recuerda que yo aquí también estoy «de paso», por tanto, tengo que intentar vivir el presente en plenitud, con las personas que tengo en mi vida y alrededor, con lo que tengo, con lo que hago, con lo que «soy y puedo ser».

Gracias a los libros, que nos han dado tanto, que nos dan tanto. Gracias a LAS VIDAS que nos acercan, que nos proporcionan.

Gracias, libros, por aclarar mi mirada, agudizar mis oídos, confortar y alimentar mi espíritu, acercarme el mundo y lo que le puebla y así, ensanchar mi vida.

Decir también que cada uno de nosotros somos un libro inacabado, único e irrepetible, con aún muchas hojas en blanco para rellenarlas de vida.