Vivo muertes diarias,
la finitud se sucede en cada paso,
voz de instantes;
el día fenece junto con la flor
que llora su último pétalo.
Quisiera que muriera el dolor del día,
y que la alegría que suspiro
permanezca al día siguiente;
sin embargo, qué inoportuna es la muerte
que mata incluso lo que no quiero.
Es un manto que va cubriéndolo todo.
En ocasiones ha llegado a mi rescate
porque recoge aquello que necesita irse,
pero qué crueles son sus manos
cuando me arrebata algo
sin siquiera despedirse.
[Zapopan, 2016]