Voltaire declama en su poema Sobre el desastre de Lisboa
“Créanme, cuando la tierra entreabre sus abismos,
mi llanto es inocente y legítimos mis gritos.
Rodeados por todos lados de las crueldades de la suerte,
del furor de los malos, de las trampas de la muerte,
padeciendo los golpes de todos los elementos,
compañeros de nuestros males, permítannos los llantos.
Es el orgullo, dicen ustedes, el sedicioso orgullo,
el que, mientras estamos mal, pretende que podamos estar mejor.”[1]
El lamento y quejido expresado, sin reservas por Voltaire, en este poema supuso un punto de inflexión entre lo que sería el ilustrado optimista y, posteriormente el heterodoxo pesimista. Claro está que puede someterse a crítica esta actitud dicotómica que se ha atribuido al pensador francés. Aunque aceptemos que se produce una evolución en la percepción de la realidad por parte del autor, quizás lo controvertible es si su posición final debe ser calificada de pesimista o de realista.
Esta última cuestión es recurrente es mis escritos, y lo menciono humildemente y sin ninguna arrogancia porque, creo haber constatado que, a pesar de que nuestra actitud pueda ser una u otra ante el acontecer, este se manifiesta y expresa por sí mismo al margen de nuestra subjetiva reconstrucción lingüística.
La actualidad del fragmento mostrado, legitima esta consideración ya que ante las atrocidades generalizadas; los desastres naturales persistentes y en aumento; la desproporción y desigualdad en el reparto de las condiciones que son causas necesarias de dolor y sufrimiento, conllevan la observación de un mundo en declive y en destrucción.
¿Es la manifestación de hechos, narrados con más o menos objetividad, en los cuales se despliega el mal y el dolor por doquier un pesimismo? Acaso no lo fuese ya en la época de Voltaire que se enfrentó al optimismo ilustrado de la idea de progreso, pero menos aun si el contexto que nos ocupa es este siglo XXI y sus perspectivas.
No recurriré a datos estadísticos que pueden ser hallados por cualquiera que lo desee en la red, pero teniéndolos presentes no puedo admitir que aquellos que denuncian la desdicha, calamidad, crueldad y conformismo con un sistema autodestructivo individual y colectivamente sea tachado peyorativamente de pesimista, e incluso a veces por ignorancia depresivo; cuando los hechos, los sucesos, las circunstancias y las condiciones de vida prácticamente de la mayor parte de la humanidad tienden a empeorar superlativamente[2].
Reconocer y denunciar lo que hay si nos parece denigrante e injusto, teniendo en cuenta además las proporciones en que esto se da, no es ser pesimista –como seguramente no lo era Voltaire, sino que fue la experiencia la que provocó que su comprensión de la época se ajustara a lo que por entonces acontecía-. Antes bien, requiere valentía, honradez y una fuga de la banalidad consumista que nos quema la vista para cegarnos y aplastarnos como autómatas que responden a estímulos-respuestas.
Como afirmara el maestro Cioran –uno de los filósofos que encarnan el supuesto pesimismo versus realismo del que hablábamos- “Sufrir es la gran modalidad de tomar el mundo en serio”[3], es decir, quien asume la responsabilidad de ahondar en las raíces de lo problemático, solo puede sufrir; pero no tiene cabida cualquier otra forma de tomarse la existencia seriamente. Porque como los hombres felices viven la ilusión lograda a base de vagar por la superficialidad de todo, y los que sufren y sostienen el dolor son los hombres que se encaran con lo que somos capaces de ver. Y como hemos comprobado los que vemos principalmente nos exhorta a retirar la mirada para nos sangrar por la retina. Eso es realismo. Otra cuestión es si todo humano puede sostener y soportarlo.
[1] Voltaire-Rousseau: en torno al mal y la desdicha. Alianza Editorial. El poema fue editado por primera vez en 1756 junto y en contraste con el poema Sobre la Ley Natural. La controversia que Rousseau desató con Voltaire dio lugar al volumen citado. Se adjunta además un pdf con el poema referido traducido y completo.
[2] Si el 1% más rico pagase solo un 0,5% más de impuestos sobre su riqueza, podría recaudarse más dinero del necesario para escolarizar a los 262 millones de niñas y niños que actualmente no tienen acceso a la educación, y proporcionar asistencia médica que podría salvar la vida de 3,3 millones de personas.
https://www.oxfam.org/es/informes/bienestar-publico-o-beneficio-privado
[3] E. Cioran El libro de las quimeras, Edit. Tusquets
Reblogueó esto en FILOSOFIA DEL RECONOCIMIENTOy comentado:
Artículo publicado hoy en la revista digital HUMANUM
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