
Este verano, durante una visita a la melancólica y bella Galicia, en el norte de España, contemplé un dibujo que desde entonces no he podido olvidar.
La ilustración pertenece a Alfonso Daniel Rodríguez Castelao. Un artista gallego que sufrió desde niño el drama de la emigración y posteriormente el exilio. Hombre polifacético, fue dibujante, caricaturista y escritor. Vinculado a la acción política desde muy pronto, Castelao fue un demócrata, que luchó por la autonomía y la identidad de su querida Galicia. Latinoamérica le acogió, como a tantos otros, en su doloroso exilio.
En plena guerra civil española (1936-1939) realizó una serie de estampas, verdaderamente dramáticas, que recuerdan a los Desastres de la Guerra de Francisco de Goya. Una de las más famosas e impactantes es Galicia mártir (1937). Que dedica a los “gallegos que andan por el mundo” y a todos los que “siempre amasteis la libertad”. La serie de dibujos es una durísima crítica de la represión del general Franco durante la guerra fratricida. La estampa que más llamó mi atención es la que lleva por título: ¡Queman, roban y asesinan en tu nombre! (Queiman, rouban e asesinan no teu nome!) En ella podemos observar a una anciana gallega, que reza frente a un típico cruceiro.
La imagen permite abrir un abanico enorme de interpretaciones. Por ejemplo podemos considerar la obra como una crítica al cristianismo, que justifica, o cuanto menos, es proclive a la violencia. Sin embargo, voy a proponer otro análisis. En mi opinión, Castelao ha captado de una manera muy intuitiva el drama de la historia cristiana y su relación con la libertad.
La estampa me lleva a la siguiente reflexión que me gustaría compartir.
Cuando la religión cristiana se utiliza como una herramienta de dominio y de poder, ya sea político o económico, o de control de las conciencias, se produce una verdadera profanación del cristianismo, que es belleza desarmada, como dice el teólogo Julián Carrón. La anciana de Castelao, parece dolerse ante un cristianismo reducido a ideología, ofensivo, un cristianismo armado y por lo tanto prostituido. Es como si la mujer lamentara, delante del propio Jesús, un cristianismo sin Él.
El cristianismo introdujo un elemento fundamental en la historia de la humanidad: la desacralización del poder. Que con la distinción entre autoridad religiosa y autoridad estatal, inaugura un dualismo, que pese a su fragilidad, es decisivo para preservar la libertad y la conciencia del ser humano, y garantizar su desarrollo personal y comunitario. En mi opinión, pocas películas han captado mejor esta tensión dramática que La Misión (1986) del director Roland Joffé.
Sin embargo, no querría llevar a mi querido lector a la desesperación. Aunque para muchos de nosotros (creyentes y no creyentes) esta profanación sea dolorosa, espero que el escándalo no nos paralice. Sugiero que esta provocación para la razón, sea un punto de partida y no de llegada, para reflexionar en torno al misterio cristiano y su relación con la libertad.
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