Insatisfacción

Los inconfundibles acordes de “(I Can’t Get No) Satisfaction”, la icónica melodía de The Rolling Stones resonaron primero en mi sueño y luego me acompañaron durante la mañana después de despertar.

Súbitamente me sorprendía siguiendo la canción mientras se da esa transición del sueño a la vigilia cuando aún los párpados están pegados y los músculos de las piernas y los brazos abandonan su letargo y se comienzan a tensar para incorporarse de la cama.

Para ser franco, no recuerdo cuándo fue la última vez que escuché la canción de los Rolling, por la que además nunca sentí un especial afecto en alguna época de mi vida, como sí lo fue con “Paint it Black”.

Una vez incorporado de la cama, como de costumbre, me dirigí a preparar café mientras alistaba mi baño, a escasos minutos de encender la computadora para ver en la red las novedades de California, enviar algunos mensajes y hacer otras llamadas.

I can’t get no…

El estribillo no me dejaba en paz una vez despierto. Cuando servía las cucharadas de café molido ahí estaba, persistente.

…satisfaction.

La voz del veinteañero Mick Jagger resonaba cuando ya tomaba la ducha y al vestirme, mientras toda la casa estaba en silencio todavía.

Normalmente antes de empezar a trabajar oteo el cielo a través de la ventana y le doy sorbos a mi café mientras considero la pregunta –sí ya sé que suena presuntuoso y hasta le puede dar risa a alguien, pero en verdad es así-: “¿por qué hay ‘algo’ en vez de ‘nada’?”, una variación de la pregunta de Leibniz y de la posterior reformulación de Heidegger.

(Sí, antes de ser periodista quería ser filósofo y muchas preguntas de este tipo se me han quedado en el espíritu).

¿De qué se trata?

La melodía ha había conseguido llamar mi atención para entonces. El inconsciente, la exposición al idioma inglés o quizá la Providencia habían hecho que la letra de la canción se me plantaran de frente, por lo que me pregunté: ¿de qué trata la canción?, ¿qué puede decirme?

“(I Can’t Get No) Satisfaction” fue una canción que nació, curiosamente, también a través de un sueño, el de Keith Richards, quien grabó el riff del estribillo y al que luego Mick Jagger le puso rostro.

Según la historia de la canción, Jagger había compuesto una oda a la insatisfacción en una época donde el consumo era ofrecido como la panacea para todos los dolores del alma.

Hoy no estamos muy lejos de vivir esta insatisfacción, arrinconados a los muros de nuestras casas por la pandemia del coronavirus, decepcionados por no poder abrazar a nuestros amigos y frustrados por todas las limitaciones que se imponen a la convivencia.

Sí, la convivencia, la que que a penas a principios de año no podíamos imaginar que perderíamos con este nuevo virus.

Y frente a esta provocación surgió una pregunta: ¿qué nos libra de la insatisfacción en una circunstancia así?, ¿qué nos salvaba de la insatisfacción antes de la pandemia, cuando lo teníamos todo, como dice la canción de Los Rolling y nada nos complacía?, ¿qué era capaz de liberarnos de la nada antes?, ¿qué puede vencerla ahora?

En este punto me di cuenta de la pertinencia de la fe como repuesta ante un interrogante humano como este, que puede llegar a perturbar toda la vida. Me di cuenta de ello al recuperar el gesto de cada mañana cuando frente a la ventana miro el cielo infinito: ¿por qué hay algo en vez de nada? Porque hay Otro que ha puesto la vida en marcha y en un momento de la historia tuvo ternura de la humanidad, de mi humanidad con todas mis preguntas, y nos salió al paso, liberándonos de la  más radical orfandad.

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