
El mundo vive una pandemia vírica, el Covid-19, pero vive otra que lastra de forma contínua nuestro futuro, y es que no enseñamos a nuestras futuras generaciones a pensar. Que la Filosofía y sus disciplinas asociadas, como la Ética, disminuyan presencia o directamente desaparezcan de los currículum del mundo en las etapas secundarias es una muestra de ello.
Pensar para el sistema educativo imperante es formalmente necesario, pero en la práctica no se ayuda a aprender a pensar. Se pretende que el alumnado se impregne de una supuesta poción que les hará pensar, razonar en su vida diaria. Pero lo cierto es que sólo ejerciendo el pensamiento se aprende a usarlo. Es parte fundamental del proceso de personalización que nos hace más humanos, que nos afianza como personas, y que nos lleva a mostrar nuestras diferencias, para llegar a ser iguales.
Razonar las acciones humanas es parte de lo que nos hace humanos
Mi gran preocupación actual como docente es que mi alumnado de 12, 13, 14, 15 años aprenda a pensar, a reflexionar, a cuestionarse el mundo, su realidad, los acontecimientos que suceden a su alrededor, y lo haga de una manera lo más ordenada posible. Existe en la docencia una obsesión por completar el curriculum, alcanzar las competencias, que lastra la oportunidad de conocer, valorar y acompañar al alumnado en sus procesos cognitivos y madurativos, que incluyen de manera fundamental sus preocupaciones personales. Razonar las acciones humanas es parte de lo que nos hace humanos, permite sentir empatía por los demás, comprender los motivos ayuda a entender por qué actúa alguien que se sienta a mi lado cada día, de igual manera que aquel anónimo que vive en las antípodas.
Estas cuestiones requieren tiempo, requieren no sólo saber leer, sino comprender lo que se lee, dedicar tiempo a informarse, y el tiempo es algo que no abunda en la etapa escolar, donde hay otras preocupaciones como todos sabemos por vivencia propia. Vivimos en un mundo que considera un desperdicio aburrirse en la infancia y adolescencia, cuando es el momento idóneo para el pensamiento, desordenado sí, pero pensamiento. Ahí estamos quienes acompañamos sus procesos para ayudar a ordenarlos. Pero cuando no hay aburrimiento, leer se convierte en una pérdida de tiempo, sufriendo enormemente nuestro conocimiento del mundo. Aprender a escuchar a semejantes y diferentes termina siendo una labor imprescindible de la escuela, cuando antes era de la vida en general.
Y a todas esas “minucias” se dedica el filósofo cuando socraticamente acompaña en el proceso educativo, y para ello precisamos de las horas enfocadas a la Ética, la Filosofía, los Valores, y no para impartir nuevos contenidos que engrosen la maltratada memoria del alumnado. Y por eso incansablemente pedimos, exigimos ese tiempo cada tercer jueves de noviembre desde 2002.
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