Me quitas lo que no es mío
y me das lo que no quiero,
derramas en mi corazón
la riqueza de un prisionero,
ecos que retumban
en mis ausencias de pordiosero.
Tienes la piel fría,
muerta,
como un pescado olvidado
por eso no te acaricio,
no te busco ni te llamo
pero te agrada llegar
con tus besos fríos y viscosos,
con tu cobija gris y húmeda
a sofocar mi llama
mi aliento
y a poblarme de despojos.
Pero debo vivir contigo
porque eres como un cardo
aferrado a las piedras de mi desierto
que rodea mis tobillos,
y lacera hasta la sangre
este arduo peregrinar.
No aprietes tanto,
no ahogues mis tiernos deseos y sus ganas de volar.
Si seré prisionero de tus brazos
al menos permíteme suspirar.

¡Qué cruel eres nostalgia!
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