Adentramos en el pensamiento de Foucault implica una transformación. Esa de la que el pensador francés estaría satisfecho, ya que para este los libros, en los que transmitimos ideas y reflexiones, deben establecer con el lector una relación en la que se alteren y se truequen las concepciones previas con las que se inició la lectura. Si esta no transforma ¿qué sentido tiene haber escrito un libro que deja indiferente? Seguramente esto sucedería con aquellos textos que no se hunden en el marasmo de lo problemáticamente humano.
Además, Foucault concebía que este cambio que provoca una lectura en nuestra forma de pensar no era algo exclusivamente teórico. Al contrario, el nexo entre el pensamiento y la acción, entre la teoría y la experiencia es inexorable, si lo que buscamos es decir algo que sea relevante. De esta forma el sujeto experimenta una transformación que le afecta en su mismo êthos, su forma de ser y estar en el mundo. Esa coherencia que afecta al sujeto en su plenitud se destila en lo que Foucault denomina parresía. Esta no es solo el decir sincero, sino el ser honesto y honrado con lo que se dice, que nuestras palabras se correspondan con nuestras acciones y, es más, estas últimas sean testimonio fiel de nuestro pensar.
Esta exigencia que implica la parresía es en nuestros días una rara avis, sobre todo si profundizamos en nuestra forma de vivir en las sociedades actuales —también era así en los comienzos de los años ochenta en los que el filósofo más detenidamente habló de este concepto—. Hasta tal punto es una práctica ausente que me cuestiono si ciertamente es posible llevarla hasta sus últimas consecuencias.
Cabe decir que, formuló el concepto de parresía tras haberse sumergido en una lectura más profunda de la filosofía griega y grecolatina, y aunque su voluntad no era, anegado por la nostalgia, recuperar una forma de concebir la vida que tenía sentido en su contexto, tal vez, como todo esfuerzo ético, acabó planeando sobre un terreno escurridizo para los humanos. Ya que, todos carecemos de muchas virtudes y abundamos en vicios —en términos aristotélicos—.
Esta salvedad que acabo de explicitar no es una invalidación del concepto de parresía. Entiendo que podría constituir un horizonte común a muchos sujetos, pero difícil de materializar en toda situación, y por ello prospectiva, anhelo y casi un ideal ético muy práctico y sencillo de entender.
Pensemos que tras esta actitud y acción ética yace una voluntad de Foucault de que el sujeto devenga alguien que practique la libertad. Y, lo expreso de esta manera para intentar preservar la máxima fidelidad a lo que el filósofo francés pretendía expresar: La liberación de la que tanto se habló a finales de los años sesenta —sexual, imposiciones institucionales, formas de vida, …— solo puede consistir en practicar la libertad, hacerla efectiva en la vida de cada sujeto, como artífice de sí mismo, construcción social y personal y alguien que aspira a su autonomía —una voluntad libre—
Recomiendo a quienes sean ajenos al pensamiento de Foucault lean alguno de sus textos que difícilmente les dejarán indiferentes.
Bibliografía de Foucault:
- Vigilar y castigar
- Historia de la locura
- Historia de la sexualidad
- La hermenéutica del sujeto
- Las palabras y las cosas
- La arqueología del saber
- El nacimiento de la clínica
- Seguridad, territorio y población
- Hay que defender la sociedad
- Nacimiento de la biopolítica
- El gobierno de sí y de los otros
- Enfermedad mental y psicología
Entre todas estas obras faltan algunas ediciones de cursos, conversaciones y entrevistas que Foucault realizó. No he puesto ninguna edición en concreto porque las opciones son muchas y, por supuesto, siempre que se pueda leer un original sabed que la editorial Gallimard es una de las que más ha editado a Foucault en lengua francesa.
Si lo que se buscan son introducciones, una sencilla sería “Ejercicios espirituales para materialistas. El diálogo (im)posible entre Pierre Hadot y Foucault” Luis Roca Jusmet. La comparación entre un autor y otro ayuda a iniciarse en el pensamiento foucaultiano.
Expertos, algo más complejos de leer, son Miguel Morey del que podéis encontrar escritos sobre la obra de Foucault. Antonio Castilla Cerezo y abundante literatura que podéis hallar al respecto.
Para finalizar diría que quienes creen que no pueden dejar de leer a Nietzsche alguna vez en su vida, les sugeriría que sería aplicable a Foucault, porque en una línea similar a la del pensador alemán —no en vano fue una de las lecturas que más le transformó— aunque abarcando las cuestiones candentes de su tiempo, es un filósofo que en lugar de filosofar a martillazos, afirmaba que los libros deberían ser bombas que explosionaran en su momento como fuegos artificiales que iluminan y que a su vez se agotan.
¡Provechosa lectura!
Ana de Lacalle
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