La Semana Santa en la cultura occidental invita al recogimiento. Al examen de conciencia, y también, por qué no, al descanso. Recuerdo que de niño para mí esta semana tan importante para la liturgia católica la asociaba con los huevos de pascua, y, por ende, con el chocolate.
En mi casa, con padres católicos, la verdad que no se vivía con mucha devoción este tiempo, y por tanto, para mí eran días de no ir a la escuela y de comer huevos de chocolates. Por supuesto, que en aquella época no existía la variedad en colores, marcas y tamaños que existe ahora. Pero mi madre siempre nos compraba alguno, y algún otro recibíamos extra de mi abuela o de algún vecino bonachón.

Cuando fui creciendo y fui profundizando, por cuenta propia, el significado profundo de la Pascua y su preparación, los huevos de pascua y el chocolate no dejaron de importarme. Pero entendí que la pasión, muerte y Resurrección de Jesucristo tienen que ver más con otra cuestión y nada que ver con la culinaria.
Obviamente, que, como muchos, alguna vez pregunté y me pregunté qué por qué un huevos para el Domingo de Resurrección. Y nunca encontré una respuesta totalmente satisfactoria. Después descubrí que en otros países y otras culturas en vez de huevos se hacen conejos de chocolate. Más complicado aún relacionar un conejo con un crucificado.
Alguien, no recuerdo realmente quién, me dijo que la relación entre el huevo y la Semana Santa tiene que ver con la Vida, con mayúsculas. Porque Jesús murió, pero, para nosotros los cristianos, resucitó. Y dicho con términos teológicos: “venció a la muerte y nos salvó, es decir, ganó para nosotros la Vida Eterna”, la verdadera vida, la vida para siempre. Y eso me recuerda una frase de un Obispo que conocí en mi juventud que comenzó una homilía diciendo “el hombre fue creado para la Vida”. Una frase que siempre me persigue, que nunca he podido olvidar y que a veces, en momentos de desasosiego, me consuela y me llena de esperanza (la virtud que más amo).
Tal vez lo huevos tengan que ver con la Vida después de esta vida. Tal vez no. Pero es lindo comer chocolate en Pascuas y así acordarnos que la Vida no se acaba totalmente. Que la muerte ha perdido su aguijón.