En el mes de diciembre hubo elecciones en el querido país chileno y se dio un movimiento que ha sido común en todo el mundo los últimos años. Parece que hoy para ganar hay que ser de los extremos y que el centro se ha desvanecido. Por años, la concertación hizo que los presidentes después de la dictadura fueran de centro izquierda o de centro derecha. Pero esta vez parecía que la moderación ya no atraía a los votantes. Esto no se da sólo en Chile, sucede lo mismo en otros países de Sudamérica, en México, en Estados Unidos, en Europa. Los discursos anti sistémicos y de análisis simplistas que hacen parecer que sólo es cosa de voluntad el cambio del “status quo” político, encantan a buena parte de nuestros pueblos que se han cansado de gobiernos limitados, imperfectos y muchas veces corruptos.
Pero a lo que me quiero referir hoy es que esta crisis no sólo va sobre maneras de gobernar, de tecnocracia, ni siquiera de ideologías políticas. Porque estos políticos, tanto de izquierdas como de derechas, tienen muchos puntos en común. Quiero referirme a la radicalización en sus ideas, que se expresa en el rechazo al que piensa o vive distinto, en sus discursos monotemáticos y a las promesas de que con ellos o con su grupo llegará el paraíso perdido. En su análisis el mal siempre viene de “fuera”, llámese el extranjero, el inmigrante o la oposición.
Me ha llamado la atención el juicio que al respecto hacían católicos en Chile o en otras partes del mundo. Personalmente no hubiera votado en primera ronda por alguno de los dos punteros, pero confieso que respiré con el triunfo de Boric. Aunque estoy profundamente en desacuerdo con muchas de sus posturas, me parecen que los criterios del otro candidato y su filiación filo pinochetista no eran admisibles para un cristiano. Me asombraba que algunos “influencers” católicos y algunas páginas católicas promovieran el voto por el candidato de la extrema derecha e incluso en un conocido portal de noticias publicaran una foto de él en una capilla (me parecía como una de las de Schoenstatt que hay en Santiago) refiriendo que es un hombre de oración, de familia y que tiene 9 hijos. Como si el número de la prole fuera la garantía de fe de una persona. Y no digo que no sea importante la familia, de hecho pienso que lo es. Pero digo que si este criterio se vuelve el centro de todo y se acepta acríticamente todas las otras posturas (la economía, el trato a los migrantes, las políticas sociales), reducimos peligrosamente la fe a ciertas posturas conservadoras. Y lo católico es universal, es decir, el hecho de que Dios se haya hecho carne implica que la totalidad de lo real es tocada por la acción de la Gracia y que nada queda fuera de esta. Este señor Kast defendía el régimen militar que gobernó con mano dura y que asesinó a miles de chilenos en el siglo pasado. Podrá ser muy anti aborto, pero no sé cómo se puede compaginar ser “pro vida” con simpatías a este tipo de sistemas políticos que demostraron ser profundamente inhumanos.
Para el cristiano, el mal no viene de fuera sino de dentro, de lo que hay en el corazón del hombre. Para los católicos que buscamos entender la política, la economía, con la hermenéutica de la fe, no debemos olvidar lo que decía con insistencia el Papa Benedicto XVI, “que la inteligencia de la fe sea la inteligencia de la realidad”. Los cristianos debemos ser los más realistas, porque si entendemos que el hombre ha sido redimido, el mal no puede tener la última palabra.
Lo contrario a esto es entender la realidad en clave de ideología. La que sea, izquierda, derecha, conservador, progresista. Toda reducción que no contemple la totalidad de los factores de la realidad conlleva riesgos graves.
Este fin de año salió una película en netflix que ha dado mucho de qué hablar al respecto y por ello lo relacionaba con el tema de lo que sucede en política. Don’t look up (Adam Mc Kay, Estados Unidos 2021) es una bien lograda metáfora del riesgo al que me refiero. Una incapaz y frívola presidenta de Estados Unidos (magníficamente interpretada por Meryl Streep) relativiza con sus criterios políticos la amenaza global que implica el inminente choque de un meteorito. Muchos al verla pensábamos en otros presidentes frívolos e incapaces, que ponen sus propios intereses antes que el bien común. Políticos a los que nos les importa la verdad, que niegan las evidencias que puedan dar los datos o la ciencia y que desprecian a quienes no piensan o actúan como ellos quisieran, son una amenaza incluso para la vida planetaria. Quienes hicieron la película, seguro pensaron en los errores y fracasos frente al cambio climático, pero también aplica frente a la pandemia de COVID-19, el reto de la migración o el de la pobreza.
Los católicos no podemos dejarnos llevar por simplificaciones conceptuales ni por seguridades políticas. No identifiquemos nuestra esperanza con políticos y tampoco dejemos que la política nos la quite. Los problemas sociales, políticos, económicos son complejos y la herida del pecado hará que siempre estemos alerta para que el mal no impere. Pero no lo erradicaremos por nuestra acción, antes bien, debemos volver nuestra mirada a Cristo encarnado, quien nacido en Belén y muerto en una Cruz es victorioso en la Resurrección. Que Él nos lleve a juzgar lo que sucede en el mundo con la misma mirada de misericordia con la que nosotros somos mirados.