Aquí,
frente del mar,
antes de la vanidad
y de su fructífero azar,
convoco al alma pura
a que cante como las olas,
entone su cantar.
Y un susurro se oyó a la orilla del mar:
«Recuerda, oh mortal,
qué te ata a lo terrenal
ya deberías buscar
el bien con ardoroso afán.
Recuerda, oh mortal,
que estás atado al tiempo
y, que en su caída,
puede tus riquezas oxidar.
Recuerda, oh hombre,
que no estás aquí al lazar;
has sido por Dios llamado
a contemplar el Mar.
Recuerda, hombre de barro,
que al polvo volverás.
Antes que eso suceda,
el cielo debes ganar.
Recuerda, casi semidiós,
que tu alma eterna es.
Si en algo debes dedicar
es alejarla del mal.
Recuerda, bendito hombre,
que este cantar de dios
es para ti, oh hacedor:
debes imitar el Mar.»
Así, a lo largo del tiempo
tan breve y tan eterno,
el alma habló al hombre
y era imperativo
que el hombre debiera escuchar
y acatar la orden
siempre,
en todo,
con entereza,
escuchar al alma,
a la orilla del Mar.
19/02/21