Stein: una filósofa en los altares

Hoy se recuerda la muerte de Edith Stein, una filósofa y mística judía que fue asesinada en la cámara de gas el 9 de agosto de 1942 durante el nazismo y que llegó a los altares de la Iglesia católica.

Stein, observa el filósofo Ramón Xirau, perteneció «a la corriente más poderosa del pensamiento alemán» de la primera mitad del siglo XX: la fenomenología.

Fue ayudante de Edmund Husserl, discípula de Max Scheler, amiga de Adolph Reinach y cercana a Hedwig Conrad-Martius. Y por si fuera poco, asumió el desafío de pensar en los problemas de la mujer.

Su filosofía tiene el rigor intelectual de santo Tomás de Aquino, pero a la vez la profundidad de san Agustín y es notable la influencia de Duns Escoto.

Dos obras son capitales en la producción de Stein: Ser finito y ser eterno y La ciencia de la cruz; el primero un libro de ontología y el segundo sobre mística.

Debido a la persecución de los judíos, Stein fue enviada al campo de contracción de Auschwitz junto con su hermana Rosa, donde murió.

El papa Juan Pablo II promovió su canonización y la declaró Patrona de Europa.

«Yo me sé sostenido y este sostén me da calma y seguridad. Ciertamente no es la confianza segura de sí misma del hombre que, con su propia fuerza, se mantiene de pie sobre un suelo firme, sino la seguridad suave y alegre del niño que reposa sobre un brazo fuerte, es decir, una seguridad que, vista objetivamente, no es menos razonable. En efecto, el niño que viviera constantemente en la angustia de que su madre le dejara caer, ¿sería razonable?»

—Edith Stein

Ser finito y ser eterno

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