“Los espíritus de la Isla” es la nueva película del director Martin McDonagh (The Banshees of Inisherin, Reino Unido, 2022), una historia sencilla que está nominada a 8 premios Óscar. Se desarrolla en la Irlanda católica de inicios del siglo XX enmedio de la guerra civil, en una pequeña isla apartada de la isla mayor, un pueblo con poca vida y deseoso de que algo sucediera. Pádraic Súilleabháin (Colin Farrell) va en busca de quien considera su mejor amigo, Colm Doherty (Brendan Gleeson) quien ese día ha decidido terminar con su amistad. En las tardes ambos iban juntos al pub del pueblo a tomar una cerveza y hablar de cosas que Colm considera asuntos sin importancia. Colm en un determinado momento de la vida lleva a la conclusión de que quiere “trascender” y asume que la única manera que tiene de lograrlo es no perder el tiempo con Pádraic, buscar el silencio y hacer una composición musical en su violín. En un momento en que le reclama la distancia, Colm argumenta que nadie lo recordará en unos años por hablar banalidades y sí por una canción. A partir de ahí, se desarrollan una serie de acontecimientos que hacen de esta película un drama humano, con sus miserias y debilidades.
¿Por qué ya no quiere ser mi amigo? Le Pregunta Pádraic a Colm. Sí, la amistad es un misterio. La completa gratuidad en una relación de amigos es condición indispensable. Cuando hay condicionamientos de otro tipo, la relación pasa a ser relación de compañeros de trabajo, de universidad, de comunidad, vecinos… Pero no de amigos. La amistad es otra cosa. Uno es amigo de otro sólo porque sí, porque lo quiere. Uno quiere ser amigo del otro y espera que el otro le corresponda queriendo ser su amigo. Sí, es verdad, dos personas no pueden ser amigos si uno de ellos no lo quiere, se requiere gratuidad. Y perfectamente transmite ese dolor la genial actuación de Colin Farrell. Pero, ¿por qué esta historia contrapone la amistad a la trascendencia? Para Colm, nadie lo recordaría por esas tardes en que perdía el tiempo hablando con Pádraic y cuando se ve quizás, de frente al fin de sus días, pesaba en él más esta idea que suponía que le daba sentido a su vida frente a la presencia de Pádraic. ¿En verdad es intrascendente perder el tiempo con un amigo? ¡Qué maravilla que los adolescentes tienen la virtud de saber perder el tiempo, la virtud de no hacer nada! La lógica de “time is money” genera esta falsa idea de que lo gratuito no importa. ¿En dónde está entonces la verdadera trascendencia de la vida? ¿En sólo ser recordado después de muertos por algo que hayamos hecho como pensaba Colm o, como quizás pensaba Pádraic, en aquello que pudimos compartir y dar, aunque solo sea una charla vana acompañado de una pinta de cerveza? Las relaciones basadas en el “contrato social” nos han hecho creer que perdemos lo que damos. La lógica del amor humano es distinta: Somos lo que damos, lo más valioso es lo gratuito, lo que está en el fondo del corazón. ¡La verdadera trascendencia está en el Dar-Se!
En otras películas este mismo director muestra estos dramas en diálogo con sacerdotes, (Como lo hace en Tres anuncios por un crimen), aquí en dos charlas en el confesionario. La mayor profundidad de lo humano se plantea a la luz del sentido religioso y aquí, sucede en esta confrontación de Colm frente a sus propios pecados. Un torpe sacerdote le cuestiona en el sigilo sacramental sobre lo que hay en el fondo de su corazón y en un primer momento se queda en el nivel meramente moralista y legalista. El protagonista cumple como un gesto habitual y el sacerdote que a pesar de que le hace ver que conoce todos sus pecados, no logra llegar a la profundidad de los afectos y del mal que hay en el alma. En una primera ocasión cree haber llegado al fondo del problema poniendo su masculinidad a duda.
El sacramento de la confesión tiene la intención no sólo de verificar los actos morales, sino de ir al fondo del corazón. Como nos lo dice el Evangelio, “lo impuro es lo que hay en el fondo” (Mc 7,15). Me recordó a un querido amigo, Ernesto Cuervo (qepd) que me contó que un día fue a confesarse y le dijo al cura que “no amaba lo suficiente a Dios”. El sacerdote sacó la cabeza del confesionario para mirarlo y le hizo un gesto de extrañeza. Nos haría bien recordar que ofende más a Dios un corazón que no acoge el vivir en su amor que aquello que hayamos cometido. Esta superficialidad no permite ver aquello que se nos dona por la Gracia y corremos el riesgo de quedarnos en una visión miope donde sólo nos vemos a nosotros mismos y a nuestras miserias. Pero en una segunda confesión, el cura le pregunta: Y de la desesperación, ¿cómo vamos? Colm se siente tocado y reconoce al momento que ahí está la causa del mal que vive.
La señora O’Riordan (la dueña de una tienda) pedía a todos que le contaran qué pasaba en otros lados. Una vida como lo plantea la película en ese pequeño pueblo, para nosotros ciertamente sí parecería aburrida. Puede ser que pensemos que uno siempre puede quejarse de las propias condiciones de vida, pero no nos detenemos a pensar que “todo se encuentra donde uno se encuentra” como decía Martin Buber. Leía un tweet esta semana donde alguien afirmaba que la cultura Marvel ha generado en los hombres de hoy una eterna inmadurez donde queremos vivir en continua acción y no tenemos paciencia para el aburrimiento. Los acontecimientos a los que estamos acostumbrados nos pueden hacer pensar que no se puede vivir unas horas sin leer portales o noticias en twitter y que después estamos descontextualizados.
Otro punto que me pareció interesante es que el director nos hace atender a la mirada de los animales. Me recordó aquel pasaje de una novela de Leon Bloy donde los animales parece que le preguntan al hombre pecador con los ojos: “¿Qué hiciste del paraíso?”. La creación parece contemplar el misterio del mal que puede el hombre albergar dentro de sí.
Y en toda esta historia humana, el director pone a la Virgen en el cruce de los caminos. Para caminar a la casa de los protagonistas, para ir al pub, para andar al muelle, hay que pasar frente a la imagen de María. Quizás nos recuerda que en medio de los dramas existe una presencia que se involucra y actúa de una manera misteriosa, aún en medio del silencio o de los ruidos, como bien advierte en una poesía Charles Péguy:
“Cuando hubo que sentarse en la cruz de dos caminos.
Y elegir entre el pesar y el remordimiento…
Usted sola sabe, dueña del secreto,
Que uno de los dos caminos corría más abajo
Usted conoce el que eligieron nuestros pasos…
Y no por virtud, ya que no poseemos mucha,
Y no por deber, ya que no nos gusta…
Y para colocarnos mejor en el eje de nuestra angustia,
Y por esa sorda necesidad de ser más desgraciado…”.
Es un texto estupendo, desde la amistad a la trascendencia. Ya tenía ganas de verla, porque ambos actores han creado maravillas, ahora tengo más razones.
Los cruces de caminos son muy interesantes, y quizás son un alegoría de la trascendencia.
Gracias!
Me gustaMe gusta