Una lectura post-orwelliana de la sociedad de la obediencia pre/post-Covid19

Introducción
La novela 1984 de George Orwell, es una obra literaria catalogada de múltiples formas: utópica, distópica, e incluso bajo la denominación de novela política. Esta obra se puede incorporar dentro de una lista de obras que asumen de manera ejemplar, una lectura futurista de la realidad que encuentra ecos en nuestra realidad, así como otros ejemplos de la literatura, donde se encuentran elementos que tienen relación parcial con la actualidad, tal es el caso de “Brave New World” de Aldous Huxley, “The eyes of Darkness” de Dean Koontz, “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury o “Infinite Jest” de David Foster Wallace, solo por mencionar uno ejemplos.
Es importante denotar que el presente artículo no concibe la obra de Orwell bajo un carácter de profecía, ni mucho menos como una pintura de la realidad global correspondiente al año 2020. La aspiración del estudio es la de emitir una lectura comparativa, desde un estilo orwelliano, a propósito de elementos sociales, que encuentran relación entre la obra 1984 y el 2020 a la luz de la pandemia ocasionada por conducto del Covid19, sin embargo, no se limita a un cotejo plano, sino que problematiza el fenómeno educativo desde la caracterización de crisis.
Para acometer dicha tarea y con el objetivo de proporcionar una guía de lectura, se dispone de la siguiente estructura: (a) La pedagogía de la obediencia como modelo totalitario, (b) La resistencia como acto amoroso, (c) La muerte: dis-curso de la cruel pedagogía.
La pedagogía de la obediencia como modelo totalitario
A partir de la globalización del virus COVID19 ha sobresalido una serie de factores sociales que se encontraban en la penumbra, dicho de otro modo, se ha hecho visible lo invisible en la estructura social. A partir de la vida en condición de confinamiento, semi- confinamiento, o como prefieran llamarle, se ha podido enfocar diversos tópicos que se vienen anunciando desde mucho tiempo atrás, uno de ellos el tema del “control político”. En la lectura de la novela 1984, se evidencia una sociedad polarizada entre proles y miembros del partido, siendo los primeros una suerte de casta invisibilizada, mientras que en la otra escena lo que se muestra es una división de sociedad según las tareas realizadas (no hay división de clase sino división según trabajo manual-intelectual), según la visión orwelliana el estado de una región controlado por un partido es capaz de dominar el complejo entretejido social de la clase partidaria, y de paso puede de algún modo mantener al margen a la prole. En el contexto de pandemia que se vive en la actualidad, no se puede identificar una similitud al detalle con la visión del literato, sin embargo, en la esencia del relato se puede enfocar el tema de la normalización de la obediencia.
En el 2020, el planeta no se encuentra polarizado bajo dos estados-nación, la realidad es mucho más compleja, ya que los flujos de mercado diluyen las fronteras de los países de manera que sobre la visión tradicional del mapa geográfico lo que se descubre es el flujo de mercados de bienes y servicios, así como la ruta unidireccional de riquezas, producto de los procesos de extracción neoliberales. Es en este escenario dinámico, donde la obediencia resulta imperante, no solo desde un plano legal, por medio de la entrada en vigor de leyes y tratados de carácter transnacional sino también a partir del uso de las diferentes plataformas tecnológicas que han permitido una comunicación sincrónica de datos específicos y generales en la “World Wide Web”.
Hoy en día, bajo las nociones de transparencia y comunicación, la liberación de datos es abismal, sin importar, o sin siquiera meditar quiénes y bajo qué criterios pueden analizar esos datos (macrodatos) para ejecutar acciones específicas bajo una agenda política determinada. Por lo tanto, no estamos frente a un “Estado” monolítico dominador, sino más bien, ante una serie de fuerzas dinámicas, que carecen de un rostro y de un arraigo nacional, que se encargan de leer de manera sincrónica las estructuras sociales. El COVID19 ha permitido un mayor reconocimiento de esta realidad, si bien, han existido grupos aislados que constantemente ejercen una lectura contrapolítica que llama a la conciencia para enfrentar los usos y abusos con los datos de personas, instituciones, naciones; es en medio de esta condición de alerta y de aquietamiento, que se han abierto las pestañas de la razón en diversas latitudes con lo que la inquietud resulta viva nuevamente.
En esta dinámica de control social, las naciones, que también responden de manera individual a las tendencias dinámicas que cruzan fronteras, por medio de estructuras políticas han acudido a la profundización del control por medio del llamado a la obediencia, recurriendo a diversos arquetipos mentales para promover en el discurso (“#stayhome”) una sumisión en favor de las necesidades de las fuerzas dinámicas de los mercados transnacionales. La universalización del uso de dispositivos móviles ha permitido la aceleración de la actualización de datos personales, así también han permitido la identificación en tiempo-lugar y la difusión de información segmentada.
Tal como se muestra en la obra de Orwell, el logro de un control social mediante un llamado de obediencia responde a un modelo de formación, dicho de otro modo, la sociedad obediente es el resultado de una concepción antropológica modelada a partir de la estructura política que interviene en sistema educativo, y en las estructuras de la cultura. Así pues, una ideología de carácter totalizadora promoverá la normalización de una serie de conductas por medio de la incorporación en el currículo visible y en el currículo oculto una serie de nodos que permitan la configuración de un sistema de dominación, esto incluye de manera directa el uso del lenguaje, lo cual trae colación la célebre sentencia de Wittgenstein en la sección 5.6 del Tractatus “ie Grenzen meiner Sprache bedeuten die Grenzen meiner Welt”.
La pedagogía de la obediencia es el motor del sistema totalizador, es una estructura que por medio del sistema de educación formal-no formal (aunado a las estructuras culturales), manipula las conciencias para que la sociedad adquiera una adicción por los fetiches de la ideología imperante. En esta dinámica el surgimiento de neo-tótem, post-profetas, alter- mesías de carácter político son condiciones necesarias, mientras que el antiguo binomio “pan y circo” se reinventa constantemente en el mercado del mundo virtual. La génesis de la pedagogía de la obediencia encuentra su raíz en el arquetipo del miedo y las actualizaciones tiende debido a su origen al mismo punto.
La resistencia como acto amoroso
En 1984 como en 2020, tanto en la distopía como en la realidad (incluso en la utopía o cualquier variación de mundo posible imaginario) el amor resulta ser el acto transgresor de toda totalización tiránica, el amor es verdad misma que se revela en todo escenario, es acción creadora, capaz de animar todo movimiento de transformación (metanoia), tanto personal como social. Es fundamental desarraigar la noción de amor del contexto meramente gramatical (desentronizar la semántica vulgar del concepto habilitada por las neo-lenguas del totalitarismo) y habilitar su comprensión desde una praxeología.
El amor como acto de resistencia, es una respuesta a la sociedad en crisis. Frente a un escenario global donde se erige una política internacional que trasgrede la ética planetaria, en un flujo de mercado donde las distribución de riqueza se comprende como quebradas de agua, terrenos infértiles y grandes represas en manos de pocos; en un mapa general de naciones donde las desigualdades se acrecientan y derivan en violencia debido a la epilepsia de las ideologías carcomidas por visiones sesgadas de humanidad: justamente ahí, el amor rebrota como trinchera de esperanza, incluso en medio de la noche más oscura, incluso en el último segundo antes de la última bocanada de aire, incluso antes del último “respirar”.
El amor es una fuerza incontrolable, cuya fuerza trasciende toda violencia, por eso, donde hay amor no hay violencia, esta última se alimenta del odio, de la falta de perdón, mientras el amor es el desborde de “dación”. El amor no necesita lanzar piedras, porque se complace lanzando palabras; el amor no necesita de vandalismo, su fuerza está en la razón cálida; el amor no requiere de hackers, pues no se oculta de sus acusadores; el amor es subversivo y camina afrontando su muerte sin parpadear y anunciando un mañana.
En tiempos de Covid19, el aroma a muerte es el sentido de desesperanza cual dosis diaria que se otorga a la sociedad, por medio de una diversidad de “telepantallas” que están al servicio de una ideología que se ha posicionado en una compleja estructura institucionalizada de manera global. Llama la atención, que son los miembros de la clase “desposeída” (los que carecen de “telepantalla”) los que salen temiendo más a la ausencia de pan que al advenimiento del virus (tanto en 1984 como en el 2020), ya que la muerte de pan es la más cercana. Los dispositivos de transmisión informática se han convertido en la jeringa y la información en la dosis de dominación. A través del miedo se alimenta la pedagogía de la obediencia, y solo el amor es capaz de liberar al esclavo del miedo, liberación que es y será siempre un acto de resistencia.
La muerte: dis-curso de la cruel pedagogía
Quienes se dejan abrazar por el amor son capaces de llevar a cabo las más bellas revoluciones, y su primera tarea emerge en la intimidad de su ser, donde razón y emoción se conjugan. Desentrañar los arquetipos instalados e internalizados por la estructura de dominación, deconstruir el pensamiento y el lenguaje. Lo anterior, es la primera batalla, que deriva de la reforma que instaura el amor como visitante que cruza la sincronía del tiempo tiránico que marca con contundencia las horas de sueño, de alimentación, de trabajo, y de adoración al sistema totalizador. El amor no es un acto egoísta, siempre viene desde afuera, interpela las fibras más íntimas y lanza al ser al horizonte de la nostalgia, al camino de la esperanza, a la ruta de la salvación.
Frente a la pedagogía de la obediencia que es producto de la concepción totalizadora cuyo perfil de salida postula al hombre fascista, solo es posible una salida global: la desescolarización, pero dicho proceso demanda una transformación que solo puede ser alcanzada a partir de un trabajo en “hermandad”, a partir de una labor a ciegas, de modo que cada cual según sus posibilidades sin necesidad de elevar a bandera de la resistencia ejerza su labor según su responsabilidad histórica sin temor a ser vaporizado como acto de traición.
Estos tiempos, al igual que muchos otros que han sucedido y sucederán evidencian crueldad, no se puede obviar esta realidad, tal como menciona Boaventura de Souza Santos “en el futuro cercano esta pandemia nos dará más lecciones y que siempre lo hará de manera cruel”, en todo caso, sea este o aquel momento más cruel que el otro, es tarea del amante que resiste avanzar hacia con vocación de transformación, con la flecha de la crisis atravesando su talón, pero avanzando siempre hacia adelante.
La cruel pedagogía es la propuesta en resistencia frente a la pedagogía de la obediencia. Los profesores anti-fascistas son los constructores de la nueva educación, aquella que está dispuesta a ser el contra-discurso de una historia intervenida por los vencedores que han instaurado una epistemología hegemónica, llevando a vaporizar los saberes de la periferia. El que resiste en el amor se convierte en maestro de sí mismo, no debido a su intelecto, sino en respuesta a su “llamado”, el acontecimiento como maestro motiva asumir la crueldad de la existencia como el lugar sagrado para la educación.
Ser el contra-discurso implica asumir la consecuencia frente al poder totalizante, sin embargo, quien resiste en el amor es capaz de educar desde la herida, y a su vez comprende que su vida será violentada desde el sistema de múltiples formas, desde la difamación, hasta la recuperación de memorias sobre el actuar antes la metanoia, sin embargo, desde el esquema ideológico de dominación, la dura ley será la respuesta, y aunque no se diga a los cuatro vientos, siempre será la muerte el antídoto eficaz para acabar con el “fallo del sistema”. Es así, la muerte la solución final, el bloqueo radical, la vaporización por excelencia del Gran Hermano.
La pedagogía de la obediencia tiene una epistemología como fundamento genético y una antropología cerrada en función de una dinámica de mercado definida. La cruel pedagogía del que resiste en el amor es un “dis-curso”, pues no sigue el curso determinado por la ideología totalizante, es un “dis-curso” porque rompe con el tiempo, con la lengua, con la cultura, con la ruta fascista y se dirige rumbo a la muerte, con un porvenir eterno en la mirada, pues no se deja tentar por el odio ni por el miedo. Si la totalidad amenaza con la muerte, la radical resistencia del amor es el discurso de la cruel pedagogía que espera la resurrección de los tiempos.
En 1984 el hombre se deja vencer a sí mismo, en el 2020 … quizás sea el Amor quien salve a la humanidad
Un comentario en “Pedagogía de la Resistencia”