Una vez más, el día de hoy, la vida comienza.
Ha vuelto a empezar. En el nivel cuatro, en un cuarto de hospital, todo es nuevo.
En la habitación luminosa están el papá y el niño y mamá.
Un niño franco para la vida, nuevo, completo y por completar.
Una madre tierna, segura y herida…
Completada por el niño de su herida;
Herida por el niño de su seguridad.
Un padre alegre e inquieto,
completado y por completar.
Todo comienza…
La madre está sentada en el sofá del fondo de la habitación. Cuelga de su brazo la manguera del suero y está vestida con la bata de hospital. A su lado está su hombre –cada vez más suyo– y en sus brazos el milagro de su amor. La bata cubre una herida y en sus brazos sostiene “la herencia que da el Señor”.
La herida no será curada nunca definitivamente, no sólo la herida de la cesárea, sino la del “yo” del padre y de la madre. El amor es un regalo con su consecuente herida. No se merece, se recibe. ¡Oh, dolorosa herida, cuánto vales la pena!
El pequeño está al seno de su madre, por donde comienza a entender el mundo fuera de ese otro seno en que había vivido hasta ese momento.
Luz y lucha. Llanto de canto.
Victoria de vida, abandono del seno
-el seno primero-.
Manantial de gracia: el seno
-el seno segundo-;
brote de agua y miel.
Brote de vida salida del seno;
brinco de la vida al seno.
El padre toma al niño de los brazos de la madre, tímida y peligrosamente; lo toma con nervios en las manos y lo coloca en la cuna que el hospital le ha prestado (una cuna que no tiene aún el olor de la casa ni sus colores); una cuna provisional. El pequeño Franco ha sido colocado en una cuna. ¡Cuán frágil es! Lo necesita todo. La cuna es metáfora de ese todo que los padres le pueden dar, hasta donde es posible.
Para posarlo, papá se flexiona y no deja de sonreírle (ponerlo en la cuna no es sólo un acto, es una vida). Se incorpora para comentar algo, después de lo cual se vuelve a flexionar, le toma la mano, acaricia la mejilla, le tapa el pecho, cuida de sus rasguños… está vuelto absolutamente hacia su pequeño.
La vida de los padres se vive en una continua flexión hacia los hijos. Sonriente flexión. Dramática flexión. Alegre. No pocas veces, esa flexión es re-flexión; porque los padres se ven y reconocen en sus hijos. Se hacen, se construyen a sí mismos a partir de sus hijos.
¿Qué es el cielo?
El cielo es el profundo abrazo de la vida, de Dios.
El cielo es generador
¿Qué es el cielo, hijo?
El cielo es eres tú, papá.
¿Qué es el padre?
El padre es el cielo que abraza.
¿Qué es el hijo, papá?
El hijo es el cielo que se acerca al padre,
el hijo es generador de papá.
Feliz buen pequeño, de nuevo inicio. Felices padres, iniciados nuevamente. Otra vez vueltos a empezar. De hoy en delante serán testigos, amigos, de una mayor cantidad de milagros. Muchas pero muchas felicidades. Bienvenido Franco Gabriel. Ya muy amado.